miércoles, 5 de julio de 2017

Eleuteria García Díaz o la sabiduría anudada a la mar


Eleuteria García Díaz. La Caleta, 2008

Eleuteria García Díaz nació en 1922, en El Médano, Granadilla de Abona, pero la mayor parte de su vida la pasó en La Caleta, Adeje, dedicada a la venta de pescado. Hija de otra vendedora, Corina Díaz Arbelo, y del pescador Agustín García Pérez, y como otros miembros de su familia, su memoria recorre diversos pagos costeros, El Médano, Tajao, donde residió con sus padres y sobre todo en La Caleta, donde se estableció al casarse, a la edad de 22 años, con el pescador Juan García Hernández, más conocido por Antonio. Yo vendí más pescado después de casada, soltera poco vendí.
Eleuteria García ilustra las dificultades que se encontraban para subsistir en este inhóspito Sur, las vicisitudes por las que se pasaba para, entre otras muchas necesidades, abastecerse de agua. El agua pa tomar nos la mandaban en la guagua, a una mujer le dábamos un pescadito, mandábamos los barriles, de esos barriles que vienen, medias barricas, las arreglaban en Los Cristianos pa dejarlas más estrechas, los barriles de aceitunas, las mandábamos parriba, vacías, en la guagua de don Pepe en paz descanse. Veces veníamos aquí creídas que el agua había venido en la guagua, ellos se encargaban de cogerla allá y se pagaba, a lo mejor media peseta por traerte el barril de agua. Y cuando una vez llegué aquí y no tenía agua, porque se llevaron la barrica y ella fue a buscarla y no encontró la barrica. Era tía de Lola, mi cuñada, pues no nos mandó el agua. Y digo: ah ¿y ahora sin agua?, ni fisco de agua. Era cuando los bernegales. Digo: deja ver ahora pa hacer de comer y pa todo. Soltar la cesta y tener que ir allá a la Casa del Duque, por la parte arriba había una charca y había una llave que venía agua limpia y allí, porque no dejaban coger y allí íbamos a escondidas a llenar los cacharros pa poder traer un fisco de agua.
A la venta del pescado se iba a pie, y se iba hasta con la ropa de lavar, para lo cual se iba al barranco, mientras se mantuviese las escorrentías; eran momentos para el lavado, sobre todo, de las ropas grandes, sábanas, mantas, etc.; o a la atarjea. Algunos de estos momentos lo ilustra Eleuteria, quien solía ir a lavar en días de lluvia al Barranco de los Morteros, pero lo frecuente es que llevara la ropa cuando iba a vender el pescado y antes de regresar la limpiara en las aguas que corría por atarjeas de riego. Cuando no llovía teníamos que llevar la ropa sobre el pescado, en las talegas que se hacían antes pal azúcar, pal gofio y pa todo eran talegas porque no había papel, entonces te despachaban en esas bolsitas que hacías de tela. Y me acuerdo que teníamos que llevar la ropa en esas talegas, hoy una poquita, mañana otra poquita, si tenías sucia, todos los días que ibas la llevabas, cuando terminabas de vender pescado pasabas por las tarjeas que corría el agua pa regar las huertas y eso y allí lavábamos. En Adeje lavábamos donde estaba García Jorge y cuando no íbamos al molino allarriba, cuando no, había agua por aquí teníamos que ir allarriba
Aún encontrándose construida la pista de Adeje a La Caleta, Eleuteria prefería caminar por un viejo camino por el que transitaron todas estas mujeres que partían desde La Caleta. Ya estaba la pista hecha pero subíamos por el camino, cuando salíamos aquí había un morrito que le decían el Morro de los Novios, eso está virado de patas, después, por donde están los invernaderos le decían el Tablero, después lo que le decían La Fuentita, que era un morro que había que subir una cuesta. Después salíamos por allí parriba y llegábamos a Los Olivos, de Los Olivos pa Adeje, a vender pescado en Adeje.
También llegó a ir a los municipios de Arona y de Vilaflor. Hacía Arona partía por el antiguo camino que transcurre por el sur del Roque del Conde y a Vilaflor por el que parte de Fañabé hasta Ifonche. Íbamos hasta Vilaflor, de aquí caminando. A todos esos sitios íbamos, donde creíamos que podíamos venderlo porque siempre en Adeje, todos los días no puedes ir, porque no lo vendías.
Las dificultades por las que pasaban estas mujeres lo ilustra la narración de Eleuteria García, cuando embarazada de su segunda hija, a comienzo de la década de 1950, se traslada al Municipio de Adeje en compañía de otra pescadora, Francisca Martín, Frasca. Yo en estado de la segunda y tenía por lo menos seis meses o más, y me acuerdo que fuimos con pescado salado que le decíamos, abierto, con caballas, morenas y pescado dese así, y hacía poco que había llovido y fuimos a Taucho, a La Concepción y nos anduvimos todo aquello vendiendo pescado. Te daban papas, higos pasados, te daban carne cochino, cambiando, morcillas, calabaza y cosas desas. Por todo lo que te daban de esas cosas tenías que cambiarlo porque no había dinero, raro la que te pagaba con dinero.
Donde encontrábamos un altito pa poder descansar, allí nos ayudábamos una a la otra, poníamos las cestas allí, allí descansábamos un fisquito. Yo de firmarme las piernas, porque tenía miedo de caerme, de firmarme, cuando llegué a mi casa estuve dos días acostada, de los muslos abiertos.
Eleuteria se inició como pescadora, como otras tantas mujeres en este Sur que se dedicaron a esta sacrificada labor, a temprana edad, acompañando a su madre desde los 9 o 10 años, y cuyas labores realizó hasta mediados de la década de 1960 cuando ya contaba con 43 años. Además de las labores de la casa, en su lucha diaria por encontrar la subsistencia, se añadían otros múltiples quehaceres, desde el marisqueo, el raspado de la sal o el cuidado en los cultivos de tomates.
Su pausada voz nos abandonó en 2011, nos dejó un inmenso bagaje de experiencias, de esa sabiduría que se adquiere de la naturaleza y que se enriqueció por los testimonios de sus antepasados. Unos recuerdos anudados a la mar, que fluyeron al ritmo de su vida, al ritmo que le tocó marcar en una dura vida. En sus conversaciones doña Eleuteria se abstraía en sus recuerdos, eran momentos de sosiego, en los que describía sus vivencias con tanta humildad que contrastaba con la grandeza de lo que narraba.


Documentación: BRITO, Marcos: Pescadoras, marchantas o barqueras. Vendedoras de pescado en el Sur de Tenerife. Llanoazur ediciones