martes, 24 de enero de 2017

José Oliva Fumero. Cabrero de antaño en Icerse, Adeje




José Oliva y Sofía Fraga en Tijoco Arriba





La evocación se vuelca en este viejo cabrero que recorrió las veredas de antaño, José Oliva Fumero, natural de Vilaflor pero durante casi toda su vida ejerció esta profesión en Icerse, caserío situado en Adeje, de donde era natural su mujer Sofía Fraga Álvarez, y en cuyo lugar nacieron sus hijos: José, Luisa, María y Sofía Oliva Fraga.
En el Padrón Municipal de Adeje, a 31 de diciembre de 1924, se encuentran inscritos Icerse. Y en el del año 1935 lo están en Tijoco Alto, de este último son los datos siguientes. José Oliva Fumero, 47 años y de profesión jornalero. Casado con Sofia Fraga Álvarez, de 40 años y su casa. Y sus hijos, José, Luisa y María Oliva Fraga; Sofia nace con posterioridad, como así se recoge en el de 1945. En el Padrón Municipal de 1950 se encuentran en Tijoco de Arriba y se indica la procedencia de José Oliva Fumero, natural de Vilaflor y con 40 años residiendo en Adeje.
Y es María, quien nació en 1928, la que aporta los caminos por los que transitó su padre, que allí comenzó cuidando de las cabras y en labores de la agricultura, salvo un paréntesis que las retiraron al fallecer su suegro, el también cabrero Enrique Fraga Domínguez. Luctuoso hecho que ocurrió cuando María contaba unos siete meses, retomando el cuidado de la manada cuando ya había cumplido los ocho o nueve años. En ese paréntesis sus padres continuaron en este caserío, al cuidado de los cultivos y de un buen puñado de vacas.
María, o Maruca como se le trata familiarmente, aprendió de su padre la manera de ordeñar, de codo. Sí, el ordeñaba así de codo; y dice: ordeña así que es mejor, porque hay quien ordeñe de puño. Y a elaborar el queso, tal cual lo hacía su madre, era muy afamado el queso de mi madre. María siempre se encontraba en las cercanías de su padre, ayudándole en las tareas agrícolas: papas, cereales, lentejas o árboles frutales, y al cuidado de la manada de cabras, por lo que recuerda con todo detalle algunas practicas que realizaba. Así narra las zonas que frecuentaba en busca de pastos, además de los extensos manchones de Icerse, subía en el verano a la cumbre, a la Boca Tauce o al Llano de Ucanca. Además apunta que no era partidario de tener grandes manadas, rondaban los cien animales, ni era partidario de tener ovejas con las cabras, sí alguna para obtener lana con la que confeccionar las mantas para los fríos inviernos.
A José Oliva se le evoca por su buena mano para construir arados y sobre todo porque era muy solicitado por los otros cabreros de la zona para que realizará la mecida de la leche, de la que se obtenía la apreciada leche espesa y la manteca de ganado que se utilizaba para múltiples remedios en la medicina tradicional. Así también lo recuerda otro cabrero, Manuel Pérez Vargas: Pepe Oliva, que él era de Vilaflor, era el que sabía mecerla, yo me recuerdo que una vez meció allá en El Almácigo, en mi casa, y eso la leche espesa, la manteca, eso era una medicina.
Asimismo María rememora como era el trato a los que llegaba su padre con el propietario de la finca. Las cabras las comprábamos nosotros, o sea mi padre, el medianero compraba las cabras, pero después como nos daban los pastos, los corrales, todo eso, el producto era a partir, menos los cochinos, eso no, ni los cabritos, el queso nada más.
Y en Icerce continuó José Oliva hasta que al dejar la cabrería, a finales de la década de 1950, se trasladan a vivir a Tijoco Arriba, donde tenía vivienda y se encontraban inscritos desde hacía años, y en cuyo lugar siguió con unas cabritas para el consumo de la casa.
José Oliva fue un cabrero de los de antes, de los que dejaron su vestigio en este Sur por la manera de cuidar el ganado, de los que siempre se mantuvieron en esta sacrificada labor que no entendía de días ni de noche, de lluvias o de sequías. Cabreros a los que la vejez les llegó mientras continuaban tras las huellas de sus cabras.