lunes, 19 de diciembre de 2016

“Barquitos de lata”. Alcalá, 1968


“Barquitos de lata”. Alcalá, 1968


Los regalos no llegaban a este Sur de hace unos cuantas décadas, lo más pasaban de soslayo para dejar unas naranjitas y unos frutitos secos o unas galletas. Para disponer de juguetes, y de juegos, había que elaborarlos con el recurso de la imaginación, con lo aprendido en el entorno, con la enseñanza que se trasmitía de padres a hijos, de hermanos mayores a pequeños.
Carritos de verga; carros de madera; pelotas de trapos y de otros materiales como las badanas de plataneras; aros de metal, trompos de madera de balos, latas de conservas transformadas en barcos o carritos; muñecas con piedras, con callaos de la mar y del barranco, con carozos de las piñas de millo, con trapos, con badanas, con pencas, y pintadas con cochinilla; y un largo etcétera.

Y la mar se poblaba de barcos de hojalata, de las múltiples latas de conservas a la que se pudiera tener acceso, las mejores, esas grandes de aceite, de aceitunas o de atún. Como nos lo apuntó Manuel García Tejera, natural de Puerto Santiago: Con latas de aceite y latas de atún, de esas de cinco kilos que se fabricaban antes, de Lloret Llinares y de don Álvaro Rodríguez López, de las latas esas de conservas. Las abría, las cortaba de arriba abajo, longitudinalmente; la doblaba a la mitad, una vez que le había retirado los fondos y con un cuchillo, que confeccionaba con los hierros de los arcos de las barricas, ejecutaba los dobleces para obtener la popa y la proa; les preparaba los leitos con madera y a navegar en los charcos y en los bajíos.