viernes, 9 de septiembre de 2016

“Primer automóvil que rodó por tierras del Sur”. Granadilla de Abona a El Médano

“Primer automóvil que rodó por tierras del Sur”. Granadilla de Abona a El Médano

En septiembre de 1896 se incluye la carretera de Granadilla de Abona a El Médano en el plan general de carreteras del Estado, entre las de tercer orden que se deberían ejecutar, junto a las de Arico al Porís de Abona y San Miguel de Abona a Los Abrigos. En febrero de 1899 se informa que se ha aprobado su proyecto por un importe de 139.824,19 pesetas. Y en 1908 se da cuenta por la prensa que ha quedado abierta esta carretera de Granadilla de Abona a El Médano, pero no fue hasta años después cuando, según narración del periodista Víctor Zurita Soler, se pudo contemplar el primer vehículo por este camino de tierra y polvo.
Este relato se puede situar con anterioridad a 1920, cuando la carretera general del Sur aún no había pasado de Icor. Época cuando según Víctor Zurita, llegó el primer automóvil al Sur, que en su primera salida tuvo un accidente y pasó de su primigenio color amarillo a un azul con franjas rojas. Y fue en su segunda salida cuando se invita a este maestro del periodismo a recorrer el camino partiendo desde El Médano, en una mañana en la que se celebraba los festejos en honor de la Virgen de las Mercedes, con Marcial García y con el médico y propietario del vehículo, Victorino Sierra.
Sólo estaba la carretera local, de la Villa al Médano, once kilómetros, uno de ellos caso insólito en la isla, sin una curva, se descolgaba la carretera desde el pueblo a la playa sin una construcción en sus márgenes, como no fuera la ventita de Cho Sixto. La venta de Cho Sixto era parada obligada de peatones, jinetes en burro o yegua y hasta de los que recorrían el trayecto sobre las angarillas de circunspectos o irritados camellos. Yo solía cabalgar en burro, cuando me lo prestaba don Antonio Díaz bajo la condición de que no le hablara de política ni alterase la formalidad de sus convicciones, ya que los días eran de contienda mundial y mis juicios, según me decía, eran opuestos a los que tenazmente sostenían él y su rucio, con lo que jocosamente aludía, con su inteligente socarronería chasnera a la endeblez de lo que yo defendía.
Ocurrió entonces. Yo, Roberto Riley, con Marcial García, y con el médico, Victorino Sierra, fui uno de los ocupantes del primer vehículo que rodó por las hoy revaloradas y prometedoras tierras del Sur. Y fuimos los primeros también en oír la frase más sorprendente, más ilógicamente grafica, más incongruentemente certera, más henchida de conocimiento de las cosas y más desbordante de sentido común que haya desgranado garganta humana sobre aquellos parajes, impregnados de la parabólica esencia de las escrituras. Fue así, de esta manera sencilla e inefable:
-Acompáñenos, suba en el coche, don Ricardo.
-No, gracias, yo tengo mucha prisa; voy en el camello.
Y el automóvil, el automóvil que por primera vez rodó por tierras del Sur, después de innumerables peripecias e incidentes, entró en Granadilla doce horas más tarde arrastrado por una yunta de bueyes.