lunes, 23 de noviembre de 2015

Cita del Sur 15. Vilaflor de Chasna, por Álvaro Martín Díaz

 
Cita del Sur 15. Vilaflor de Chasna, por Álvaro Martín Díaz

El periodista Álvaro Martín Díaz, Almadi, [La Orotava, 1919] publicó numerosos artículos en La Tarde y en El Día, además de una larga trayectoria radiofónica. En un artículo, de la segunda mitad de la década de 1960, sobre una excursión que iba a realizar al Sur de la Isla relata a una tercera persona la ignorancia que se tiene de este Sur: Nadie lo creería, amigo. A tus años y sin sentir curiosidad por la isla. Me dices que, cuando niño estuviste en El Médano. Que no recuerdas cómo era. Que nunca supiste más. Y confiesas -tiene tono de confesión lo que dices- que siempre pensaste en que el Sur estaba muy lejos, después de incómodos, agotadores recorridos. Y va narrando los pueblos que visitarían, como el de Vilaflor de Chasna. Vas a ver qué hermoso, que sugeridor es ese pueblecito que se llama Vilaflor. No tienes idea. Crees que más allá de lo que tú alcanzas con tus costumbres, con tus comodidades, no hay nada que valga la pena. Y te pierdes -te lo has perdido en tantos años- el deleite de ver isla por todas las costuras. Vilaflor es un pequeño paraíso que no tiene poetas que lo digan. Tampoco se piensa, por los de Vilaflor, que están en un paraíso. Están, nada más.

Fotografía: Vilaflor de Chasna, 2010.

Romualda Alayón Pérez, una vida tras las cabras




Romualda Alayón Pérez. Los Bebederos

Romualda Alayón Pérez era hija de Antonio Alayón Risco y de Francisca Pérez Gómez, venía de cabrero desde sus antepasados. Casada con el también cabrero Antonio González Alayón y madre de Salvador González Alayón, a través de cuyo recuerdos se hilvanan estas notas.
Y de ahí le viene su amor al ganado cabrío, ya que su insistencia fue lo que motivó que se hicieran cargo de una manada en Llano Azul, en la propiedad de Juan Bethencourt, donde se encontraba de jornalero, en las proximidades del año de 1909. La memoria de Salvador fue nutriendo de sus vivencias, como las trasmitidas por sus familiares, y en este caso de las de su madre, la que le relató que Juan Bethencourt cuando se encontraba con su madre le preguntaba: ¿cómo se jalla Romualda?. Y la madre le respondía: Yo mal don Juan porque yo donde no jalla hierros de cabras y cabras velar yo no me encuentro. Y continúa Salvador: Después vienen unos años malos y don Floirán, que no se los apellidos, que donde fuimos la era, era de don Floirán, tenía una manada cabras y unos años malos y las vendía. Se enteró don Juan llevó a mi padre y creo que flaquillas, coño, y no le gustó y se vino pabajo. Pero a los lamentos de mi madre se va don Juan Bethencourt, llevó dos peones y las tráiba pal Charco Redondo. Pero mi padre le dijo a mi madre: ahora las cuidas tú. Pertenecían a la manada que Froilán González Villareal poseía en la Montaña de Frías, en Arona. Vivían en Charco Redondo, donde también ordeñaban las cabras, pero las encerraban de noche en Llano Azul, en un corral que estaba en un cejo de piedra viva, se lo comió la autopista. 
Esta familia se trasladó a Cabo Blanco, en el período de los nacimientos de sus hermanas, Isolina en 1915 en Charco Redondo, e Isabel, el 26 de noviembre de 1917. Con ellos se trasladaron la parte de las cabras que le correspondieron, las llevaban a pastar a El Verodal y a El Bebedero. Al poco tiempo de este último nacimiento surge un nuevo desplazamiento, su padre va de medianero a la Cañada Verde. En este momento se desprende de la manada, salvó de 6 cabras y un macho que le dejan tener en la propiedad.
Salvador nació en La Cañada Verde, alrededor de las tres y media de la madrugada del 15 de noviembre de 1919, en la cuadra de las vacas donde su madre, Romualda Alayón Pérez, se encontraba dándoles de comer. No nací sobre el estiércol porque mi madre puso el delantal. Esta cuadra existió hasta finales de la década de los veinte, cuando se construyó la nueva cuadra y esta se destruyó o mejor dicho se transformó, tal vez, en paredes para las huertas.
Romualda, junto con su familia, se traslada en 1923, a Guaza Arriba, cuando regresan a la cabrería. Según apunta Salvador su madre solía tomar la leche de una cabra, en esos momentos de la Rabuda y después de la Perezosa. Esta última estaba en la manada de Guaza y ahí se quedó cuando se trasladan a Los Bebederos, que mi madre lloró por la Perezosa, que comía la leche de ella y quedó en la parte de don Teófilo. Mi madre y mi abuelo no comían sino de una cabra, escogían de una y de esa era la que comían la leche.
De Guaza se trasladaron a Los Bebederos en 1931, cuidando la manada entre este lugar ubicado en la costa de Arona y El Monte, en San Miguel de Abona. Tras el fallecimiento, en noviembre de 1942, de Antonio González Alayón, Romualda Alayón Pérez se hace cargo de la manada, junto a su hijo Salvador. Romualda se crió en una familia donde salvo un varón, los demás descendientes eran mujeres, tal como recuerda Salvador: mi madre cuidaba las cabras, y las otras hermanas, y mi madre eso ordeñaba que ayudaba a mi padre a ordeñar, lo que ordeñaba de codillo, como mi abuelo, que sería, esto era ordeñar de los primitivos, esto de puño fue más tarde. Cuando estaba en Charco Redondo las cuidaba los domingos, y con los muchachos y tal hasta en brazos iba a cuidarlas.
En el padrón de habitantes de Arona para 1931 se encontraban empadronados en Guaza, con residencia en Los Bebederos. Antonio González Alayón nacido en 1887, de profesión jornalero. Romualda Alayón Pérez, 1883, jornalera. Y sus hijos: María, Dolores, Francisca, Isolina, Isabel, Salvador, Paulina, Ángela y Carmen. Otro de sus hijos Antonio González Alayón, ya se encontraba en su unidad familiar casado con Primitiva Fumero, y con su hija Geroncia González Fumero.
En el padrón de habitantes de San Miguel de Abona para 1935 se encontraban empadronados en Guargacho, vivían en El Monte, y Romualda consta que nace en 1882. En el padrón de habitantes de Arona para 1960 se encontraba residiendo en Las Galletas, en una unidad familiar, nacida en febrero de 1883 y de profesión obrera.

Documentación: BRITO, Marcos: Salvador González Alayón. Un cabrero para la leyenda. Llanoazur ediciones