viernes, 14 de marzo de 2014

Carnavalito alegre/ chispa segura/ si tu amor no te quiere/ pa que te apuras

  Parranda en carnaval. Buzanada
 
Los ímpetus eran otros en esos carnavales de antaño. Las ganas de parranda y algarabía que se acumulaban durante el año de espera entre festejo y festejo se desbordaban de alegría en apenas los tres días de carnaval, de domingo a martes. Este último era la jornada principal en el que no se trabajaba, momento de disfrazarse y salir con una parranda a visitar las casas en busca de lo que quieran dar pa animar la parranda. Se utilizaba lo que se tenía a mano, las disponibilidades no eran abundantes, escaseaba hasta lo imprescindible, se preparaban sombreros con flores de colores y vergas de los cultivos de los tomates, trajes de retales de ropa vieja y de papeles de colores, las caras pintadas o simplemente tiznadas y donde la máscara no tenía mucha relevancia.
Algunas costumbres olvidadas se practicaban con buen humor; lanzarse polvos talcos por la calle, solos o mezclados con harina, o simplemente harina que era más asequible y más barata; vaciar huevos y rellenar las cáscaras con flores y papelitos de colores para luego arrojarlas; embadurnarse las manos con restos del carbón o del hollín del fuego de leña de la cocina, para tiznarle la cara al que encontraban por la calle; o robar gallinas a cualquier vecino para hacer caldo con el que brindar a todo el mundo, incluyendo a sus propietarios que se enteraban con posterioridad que la gallina era suya. Días de fiesta, de trasgresión, de liberar tensiones, y sobre todo de hospitalidad. En cada casa se dispensaba a los visitantes según sus disponibilidades, siempre había alguna cosita sobre la mesa con que invitar. Y que no faltasen la carne cochino, el pescado frito, las rebanadas y los chochos. Y estos últimos que fueran de nuestras medianías, los más deseados, los de La Escalona o los de los Llanos de Trevejos. 
  Los Cristianos. c. 1936
En Los Cristianos se festejaba los carnavales tres días, domingo, lunes y martes, días de cambiar de aspecto y de sexo, como narró Encarnación Alayón Melo, se vestían de mujeres, los hombres de mujeres, casi siempre cambiarse, y después cada uno hacía la machangada que le parecía, unos se vestían de monos, otros se vestían de marinos, otros pescaban, me acuerdo de otros lo hacían de ciegos, me acuerdo de Pedro Melo, era el que los guiaba, de Juan Bariajo me acuerdo, los otros dos no me acuerdo, no se si era Miguel el Chasnero, y tocaban y cantaban y después iban a otro sitio. Otros salían con una caña y compraban, entonces lo más que había era manices y cosas así, eso era la carnada que tiraban, y a los muchachos chicos le tiraban un puñado de manices y con la caña de pescar, y los muchachos chicos se volvían locos en el suelo.
Las parrandas y los bailes estaban por doquier, de Buzanada y sus alrededores tenemos la referencia de Encarnación García Toledo, los carnavales haber si había un papel, de colores, y si la que tenía una sábana, porque no teníamos nada. Una viejita que estaba en esta calle, al lado de esta casa, si nos prestaba una sabana le metíamos aquello aquí y la doblábamos y unos papeles alrededor y aquello era el traje de los carnavales. Se iba a parrandear bajo el son de tocadores como José González o Antonio González García; y cada uno tocaba un rato y díamos de aquí a Cabo Blanco con esa parranda y de aquí Aldea, caminando por áhi padentro con esa parranda y volvíamos pafuera. En Buzanada sobresalía la alegría de Carmen Cabeza, que estaba en todos los saraos, tanto en carnavales como en San Juan, que improvisaba versos con suma facilidad, tal como recuerda María García Sierra, Cha Carmen Cabeza la más que cantaba, se ponía cosas viejas en la cabeza, una vez pasó por ahí y le cantó a mi madre: Dichosa de seña Leonisa/ que le queda esa florita/ y yo no tengo ninguna/ que ya me quedé solita. O aquel en el que solicita que no paré la diversión; Silencio pido señores/ que dure el baile hasta el día/ porque mi José me dijo/ que hasta otro año no volvía.
  Valle de San Lorenzo
Referencias a Cabo Blanco nos trae el comentario de María Luisa Reverón Alayón, íbamos de aquí, las parrandas a Aldea, vestidas con unas mantas, otras veces con unas sabanas, con papeles, que poníamos las flores de papeles y pegadas a las sabanas, de medio parriba eran unos paños que se usaban antes unos cojines en las camas, uno por delante y otros potrás, y muy guapas, y un sombrero, yo siempre tenía un sombrero.
La alegría de las parrandas y de los parranderos dieron lugar a un alegre apodo de los hermanos Benito, en 1920 estaba censado en Los Ancones, Arona, y Domingo Fumero González, conocidos por Jaramago y Carnaval, y que heredaron sus familiares. Y a otras múltiples anécdotas como la de cierto cabrero que por irse a festejarlos a Vilaflor dejó las cabras encerradas durante tres días.   
En el Valle de San Lorenzo había un barrio donde estas fiestas tenía relevancia especial: Llano Mora, sobre todo en los años treinta y cuarenta. María Luisa Hernández Reverón, quien en esos años, confeccionaba caretas de tela con agujeros en los ojos y boca, y atados a la cabeza, nos cuenta como se sentían esas fiestas: Antes los carnavales eran Llano Mora arriba, Llano Mora abajo, parrandas de abajo y de arriba abajo, y después se empezó a darle la vuelta al Valle, pasaban por La Hoya, por El Pinito, por Llano Mora, por La Cabezada. Tocando y cantando, y caminando, y en los ventorrillos se paraban a beber. Empezaban el domingo, lunes, pero el día grande era el martes. Todavía al final de los años cuarenta se juntaban esas parrandas en Llano Mora, María Luisa Hernández Reverón nos contó un cantar de su abuela María Tacoronte Reverón: Carnavalito alegre/ chispa segura/ si tu amor no te quiere/ pa que te apuras.

BRITO, Marcos: Arona. Tradiciones festivas. Llanoazur ediciones