jueves, 19 de diciembre de 2013

Drama en Las Cañadas. Diciembre de 1925

 

El aprovechamiento de la cumbre, del monte, sustentó a buena parte de la población de Tenerife, y sobre manera palió en parte la gran miseria que imperaba en el Sur de la Isla. Un pueblo que subsistía entre la agricultura, la pesca artesanal y la ganadería, y que en años de sequía y malas cosechas había que recurrir, aún más, a la recogida de leñas, retamas verdes para alimentar el ganado, al pastoreo o al carboneo.
Y aún más acusada lo era en los momentos que aconteció una desgracia en Las Cañadas del Teide, con la muerte de cuatro personas en diciembre de 1925. Época en que las comunicaciones se realizaban por caminos de herradura y veredas. La carretera que enlazaría La Orotava con Vilaflor no había llegado aún a este punto, y no lo hizo a Vilaflor hasta la década de 1940.
Este trágico suceso aconteció entre seis u ocho días antes de que se conociese la noticia el 18 de diciembre de 1925. Y fue al día siguiente, el 19 de diciembre, cuando en la prensa se informa del fallecimiento, por emanaciones de anhídrido carbónico, de cuatro personas en la vivienda del guarda del Sanatorio Antituberculoso de Las Cañadas, que se encontraba en construcción y que creó cierta polémica por partidarios de ubicarlo en este lugar o en Vilaflor.
Los fallecidos fueron: José Dorta Tacoronte, de 47 años, guarda del edificio del Sanatorio y vecino de Vilaflor. Y tres arrieros de Benijos, La Orotava, que habían ido en busca de leña o a elaborar carbón. Florencio Dónis González, de 54 años. Manuel Dónis Pérez, hijo del anterior y de 27 años. Y José Morales García, de 31 años.
La muerte les sobrevino por la combustión del carbón que habían encendido para calentarse, en una lata de petróleo, por la falta de oxigeno al permanecer la estancia cerrada. Pudiendo suceder en los primeros momentos en que los vecinos de Benijos, de donde partieron unos ocho o nueve días antes, se trasladaron a Las Cañadas.
La ausencia de José Dorta, de su pueblo de Vilaflor, no fue extraña ya que era el guarda del Sanatorio y solía pasar bastantes días sin regresar. Pero fue la mujer de Florencio Dónis la que sospechó que algo no iba bien ya que su marido y su hijo partieron en busca de leña, o a obtener carbón, con el propósito de estar unos tres días fuera, para cuyo período de tiempo disponían de alimentos.
Después de recorren los lugares por los que solían recoger la leña y no encontrarlos se acercó a la casa del guarda para preguntar por su paradero y se encontró con los animales en el exterior del recinto y con la puerta de la vivienda cerrada. Al asomarse por una ventana pudo ver los cuerpos inmóviles de las cuatro hombres.
Los cuerpos de los naturales de Benijos fueron encontrados tumbados, como si no se hubiesen percibido del peligro y la muerte les hubiese sorprendido durmiendo, pero no así el de José Dorta, que se encontró con los pies en el suelo y el resto sobre la cama, con ademán de haber intentado levantarse.
Los fallecidos fueron trasladados a La Orotava, sobre bestias hasta el Camino de Chasna y después en camión hasta el cementerio. Y allí fueron enterrados, también José Dorta. La conmoción fue enorme, tal como se describe en la prensa: Desde la salida de Las Cañadas el fúnebre cortejo fue acompañado por más de un centenar de personas, a las que se unieron, cuando llegaron al monte, a eso de las ocho de la noche, numerosas mujeres que llevaban hachones de tea encendidos, dando a la escena un aspecto imponente.
Se les practicó la autopsia confirmando que su muerte fue por emanaciones del anhídrido carbónico que desprendió la combustión del carbón que encendieron para pasar la noche, y mantener totalmente cerrado el recinto donde dormían.
Y fue en esos momentos de escasez y penurias cuando la desgracia se apropia de los más débiles, incluso en el tratamiento de la noticia por la prensa de la época, escasa y sin resaltar. Preámbulos de la navidad de 1925, cuando el infortunio cercenó el aliento de cuatro campesinos que habían tomado el camino por el que agarrarse a la subsistencia.