viernes, 4 de octubre de 2013

Huerta Grande. Vilaflor c. 1940

Huerta Grande. Vilaflor c. 1940


La propiedad conocida como Huerta Grande se halla ubicada al Norte de la Parroquia de San Pedro Apóstol, en Vilaflor. Esta imagen, de tal vez los primeros años de la década de 1940, muestra al medianero Pánfilo Fumero y a su hijo Manuel Fumero, posiblemente preparando el terreno para la siembra de cereal, cebada o trigo. Acompañados por veraneantes y algunos propietarios de esta finca, como Julia Bello y Concepción Bello. Al fondo se observan varias casas de La Roquesa.
En el Padrón Municipal de Vilaflor, a 31 de diciembre de 1931, Pánfilo Fumero Fumero se encuentra inscrito en la Huerta Grande, de 57 años de edad y de profesión aparcero; casado con Silveria Díaz Fumero, de 55 años y de profesión su casa.

Bibliografía: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones.

LOS CRISTIANOS. Rutas de imágenes captadas por fotógrafos suecos



  Bengt Rylander. Playa de Los Cristianos c. 1958

 
Ake Wännman y Birgit Alander. Los Cristianos, 1964
La fotografía, como todo arte, posee múltiples cauces. Las realizadas por miembros de la Comunidad Sueca, establecida en Los Cristianos desde finales de la década de los años cincuenta del siglo veinte, adoptan el código de la comunicación, del testimonio, de la activación de la memoria cotidiana. No sólo cual recordatorio, sino además con imágenes con una estética relevante, una manera de ver y de mirar, una forma más de conocer como habitaron en el lugar y de cómo lo contemplaron.

Esta mirada enriquecedora, a la que le debemos el poder realizar esta exposición, corresponde a Bengt Rylander, Birgit Alander, Ake Wännman, Ing-Britt Niklasson, Olof Ryding, y Karin Masson. Imágenes que han sido conservadas en dos colecciones, la de Birgit Alander y Ake Wännman; y la de Ing-Britt Niklasson y Olof Ryding; además de las correspondientes a la Clínica Vintersol. Humlegarden s.l.; a quienes hay que agradecer profundamente su custodia y cesión para esta muestra.

 

  Olof Ryding y Ing-Britt Niklasson. Los Cristianos, mediados década de 1960

Son fotografías con una gran calidad, estética y humana, a través de la que nos trasladamos a esa primera época de su llegada y asentamiento. Conforman un libro abierto por las páginas de nuestra historia, la de Los Cristianos, desde 1957 a 1965. Son capaces de transmitirnos el olor a la cal de los muros; el oleaje bajo la quilla de los barcos; el bullicio de la chiquillería retozando por la arena de la playa; el aroma de las galletas de jengibre; 


Nos trasmiten una nueva mirada de lo acontecido, la visión del foráneo que nos enriquece con su perspectiva alejada de nuestro entorno; distante en contraposición con los lugareños habituados a su medio, ellos nos redescubrieron nuestro paisaje, nuestros usos y costumbres. Al captar cada rincón, o cada momento del transcurrir diario de este barrio de pescadores, no solo se han fotografiado como el viajero que se ha encontrado con un lugar insólito e inesperado, sino que además hacen suyo el paisaje y el paisanaje que comenzaban a compartir.

Se han detenido en los detalles, en los matices, en la arquitectura, en el paisaje, en lo curioso de la cotidianidad. Para los que hemos vivido esa época, nuestra infancia transcurrió en paralelo a estas imágenes, nos han ido marcando pautas para rehilar los recuerdos; con toda la fuerza que un niño atrapa el asombro, cuando contemplábamos el camaleón en la ventana de Casa Inga; pero para Bengt Rylander, al que creemos su autor, debió maravillarle nuestra fascinación y curiosidad.

  Karin Masson. Muelle de Los Cristianos, 1963

Estos fotógrafos, que son ahora nuestra mirada, rememoran lo que fue este barrio costero en la década de los años sesenta, nos han legado un enorme y grato testimonio que se guardará como un tesoro en el cofre más claro de la memoria. Cúmulo de imágenes, fragmentos de vida, como activación de la memoria, breve pero intensa secuencia cronológica que nos aporta una lectura de una parte importante de nuestra historia.

Marcos Brito

Marzo de 2004

Publicado en:

Sol de invierno. Homenaje de Arona al Turismo Sueco

Autores: José Alberto Galván Tudela. Nicolás González Lemus. Kenneth Moore. Ramón Hernández Armas.

Llanoazur ediciones, 2004

El cornical. Alimento y medicina para animales

 

El cornical. Alimento y medicina para animales
Prodigio, sublime belleza la del fruto del cornical, con sus semillas marrones y ese penacho blanco, que facilita su dispersión.
El cornical es una buen alimento para las cabras, tal como relató el cabrero Pedro López Ramírez [Gran Canaria, 1924 - Adeje, 2008]: El cornical es una planta muy buena pa comer las cabras, pa comer ellas y sobre todo es muy medicinable, porque comérsela se la comen muy bien. Pero si a ella le cae leche tabaiba, que es picona, le cae en el ojo, le quea el ojo llorándole, y entonces le coge el mismo cornical, se despunta, le echa aquello en el ojo, la leche aquella dentro del ojo y al momento ve uste la leche del cornical, la regunta y sale solita pa fuera, se quea la cabra con el ojo brillante.
Asimismo sobre las bondades de esta planta versa el comentario de Juan Marrero Borges [Arico, 1933]: Antes, las cabras es igual que una persona, si le da de barriga, agarraban, le echaban un brasado de cornicales y se le cortaba a viaje. Y eso es igual que nosotros mismos, cuando le daba cagalera, se lo echaba y eso lo cortaba que da gusto. Y para una persona lo mismo, hace usté una tacita de agua deso, que ello parece vino, eso no es amargo ni nada, lo que no lleva es azúcar, se toma dos buchitos de agua deso.
Fotografía tomada en el Barranco del Drago. San Miguel de Abona, septiembre de 2013