miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cereales: tiempo de recolección y trilla


  El Mollero. Santiago del Teide, 1969. Cedida por Colectivo Cultural Arguayo

La agricultura de secano, cuyo principal cultivo fue el cereal, junto al pastoreo y la pesca, fue hasta mediados del siglo XX nuestro principal medio de subsistencia. En el Sur de la isla dependía de un irregular periodo de lluvias, que condicionaba el cultivo de una u otra semilla, el trigo morisco y la cebada, con menores necesidades de agua, se sembraba con mayor abundancia en la costa; y el trigo blanco en las medianías. El millo debido a sus mayores necesidades de agua se sembraba en menor cantidad.
La siembra del cereal, o de la leguminosa, se realizaba o bien antes de la lluvia prevista o, lo más generalizado por esta zona, una vez llovía se realizaba a voleo, después de que la tierra estuviese `jobariada y que se pusiera suelta para poder sembrar`. Una mano experta metía la mano en una bolsa con granos, el `socojo´, que se llevaba colgada al hombro; y lo iba esparciendo sobre la tierra húmeda, para con posterioridad pasar el arado; con todo tipo de animales, según disponibilidades y preferencias.
La fecha de utilización de las eras correspondía con el fin de la primavera y el comienzo del verano. Y más que segar el cereal se arrancaba, `porque hacía falta la paja y hacia falta todo, todo eso se aprovechaba y si la siega quedaba mucha paja en la tierra, la raíz al trillar se esparecía`. Al arrancar el cereal se sacudían sus raíces, bien en las paredes de la huerta si era estrecha o bien se arrastraba una piedra mientras se iba arrancando.
Una vez segado se recogían en gavillas y se llevaba directamente a la era o se iba depositando en sus cercanías, en los frescales, hasta el momento de la trilla. Aquí se amontonaban, en forma generalmente circular, formando una pared con las espigas hacía dentro y rellenando el interior de manera aleatoria, rematando con gavillas colocadas con la espiga hacia fuera, de forma que si llovía el agua escurría con mayor facilidad.
La cantidad de gavillas que se introducía dependía del tamaño de la era, del tiempo --a mayor insolación, mejor; el empleado en la trilla era mayor si el día estaba nublado-- y de los animales a utilizar. E incluso de cómo hubiese estado la cosecha, un trigo con buen desarrollo de espiga tiene más paja con lo que cabría menor cantidad que otro con menor espiga.

San Miguel de Abona. 1965
Se comenzaba por introducir una parte de la parva, denominación con la que se conoce la cantidad que se trillaba de una vez, y trillar en cobra, animales unidos entre sí cuyo número dependía del tamaño de la era, por lo general de tres a cinco. `Tenía que trillar en cobra porque la rama, la cebada o el trigo entero, no se puede meter un trillo, porque entonces se lo lleva todo pol alto, el trillo se entierra`. A medida que el cereal se iba trillando se le añadía el resto de la parva. Se podía finalizar en cobra o bien seguir con el trillo, una vez que la parva estuviese lo suficientemente asentada para poder utilizarlo. De este trillo tiraban, normalmente, dos animales, ya podían ser caballos, mulos, burros, camellos o vacas, como las dos yuntas que podemos contemplar en El Mollero, Santiago del Teide, labor realizada por María Navarro Forte y  Donate Forte Curbelo.
Sí la parva era bastante grande, y dado que el pretil solía ser bajo, a la era se le colocaba un ´ruedo`; consistía en apoyar al pretil las espigas con el tronco hacía arriba en forma de cerca para que el cereal no fuese expulsado de la era. Cuando se trillaba cebada y en caso que se quisiera obtener `paja colchón´, se comenzaba en cobra, al amanecer con algo de humedad; y antes de introducir el trillo se recogía la paja necesaria, ya sin grano, para destinarlo al relleno de los colchones.
Una vez finalizada esta ardua labor, que podía duras varios días, se procedía a separar el grano de la paja. El primer paso consistía en unir lo trillado en una orilla, formar una `sierra´, orientada perpendicular al viento --el mejor el del suroeste, más continuo-- y se aventaba: lanzar al aire con la ayuda de `belgos´ para separar la paja del grano; operación que se realizaba `por lo menos veinte veces´. El grano va cayendo en el mismo lugar y la paja se traslada al otro lado de la era o fuera de ella. A veces se colocaba una marca, `poner la valisa´, con varias piedras o un palo, a un metro de la sierra, y todo el tamo que sobrepasase esa marca se recogía como paja; la que quedara en el interior se aventaba nuevamente.  

El proceso siguiente era ´paliar´, de similar práctica, pero en este caso con una pala de madera hasta que se elimine toda la paja. La última vez que se paleaba se coloca unas mantas, de tal manera que el grano se deposite sobre ellas. Al mismo tiempo que una persona palea otra ´valea´. El ´valeo´ se preparaba con la paja del trigo, se formaba con una gavilla, del grueso que se pudiese coger con una mano, con espigas largas `esrrabadas´ a mano y atadas de tal forma que se formase una escoba en forma de abanico; se barría con la parte de los troncos, pasando con suavidad por encima del montón de grano y arrastrando los `cachos´. Este montón de grano, en algunos casos, se cernía con una cernidera de hierro y latón, con agujeros realizados con un puntero por los cuales salía el grano; en su interior quedaban los trocitos de paja. Y después `ajecharlo´, para terminar de limpiarlo, que consiste en imprimirle a una zaranda o ´jarnero` unos movimientos bruscos y circulares por el cual los restos se trasladaban a su centro y se retiraban con las manos. Esta labor de `ajechar´ era realizada, casi siempre, por mujeres, `y si era una parva grande estaba un par de horas ajechando´.  

Trilla en El Salguero. Vilaflor,  2008
La productividad que se obtenía en la trilla de cada una de las parvas dependía de varios factores, sobre todo de la cosecha y del tamaño de la era. A modo de ejemplo se pueden aportar algunos datos facilitados por nuestros informantes. Domingo Domínguez trilló en la Capellanía, Arona, una parva de 30 fanegas de trigo; en esta era circular de 11metros de diámetro se podía obtener de una parva casi las 40 fanegas. O el de Casimiro Díaz en Los Llanos, Adeje, quien trilló `una parva que me dio cuarenta y tantas fanegas de cebada. Estaba la era bien llena y estuve trillando, yo creo que se aproxima a la semana, y claro tenía pocos animales también pa trillar, porque cuanto más animales, más trillo´.
Las leguminosas también se trillaban con algunas de estas características. Las lentejas y los chícharos se trillaban en cobra, `a las lentejas no le hacían falta sino apenas, porque eso se eschamisaba enseguida. Se trillaba en un par de horas, si el tiempo estaba bueno ya estaba trillada. Después la juntaba y barría la era y hacía la sierra y venga a aventar, aventar hasta quitar la paja`. Los chochos se apaleaban, después se ponían con agua y sal durante varios días para poder consumirlos, `pa los animales los tostábamos un poco y después se ponían en agua´. Las judías y los garbanzos se  solían desgranar a mano, abriendo la vaina.
Llegada el final de la primavera y el comienzo del verano, momento de desgranar la espiga, tiempo de recolección y trilla, período más que esperado para volver a reponer la vacía despensa.

Documentación: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones