martes, 10 de septiembre de 2013

Momentos para pasar la fruta leche


  Fruta pasada dispuesta para prensarla
Los frutos de la higuera y de la penca han sido utilizados por nuestros mayores para paliar años de sequías y de miserias, consumiéndolas como fruta fresca o pasada. Además de sus aprovechamiento en la alimentación de animales, la producción de estiércol, su utilización como combustible, o en diversas aplicaciones en la medicina tradicional.
Pero el mayor uso y aprovechamiento era el fruto fresco o seco, las pipas, las porretas o carreños y los higos pasados. Estos frutales entraban en los tratos de las medianerías o en la venta de la fruta en el mismo árbol o penca. Aportaba múltiples interacciones sociales y económicas, en el que se efectuaba un entramado de colaboración entre los miembros de la comunidad. La recogida de la fruta leche y la de higos picos y su posterior pelado, además de las diversas labores que se realizaban para obtener esta fruta pasada en colaboración entre el mismo grupo familiar o entre vecinos.
Horacio Fumero secando higos en Vilaflor
La fruta leche, ya sea blanca, negra o breval, se recogía cada cierto tiempo que solía oscilar entre los 5 o 10 días, ya madura, en algunos casos sobre lo pasado, pero siempre antes de abrirse y se tendían al sol en el pasil. Estos podían ser naturales, superficies de piedras volcánicas pequeñas era lo ideal, las azoteas o las eras. La duración de este proceso dependía de la insolación, de la humedad, del tamaño de la fruta, pero oscilaba entre los seis y los ocho días. Una vez que la fruta se pasada, se recogía en caliente y se sobaba a mano o en un saco, para que no criaran bichos. Se prensaban un día y se dejaban uno o dos días más al sol. Después se guardaban prensadas. En el caso de que no estuviese secas todavía y se barruntara lluvia, o si se hubiesen mojado, se terminaban de secar en un horno de leña, práctica esta última a la que la mayoría de las personas que nos han narrado su experiencia no eran partidarios, ya que son de la opinión de que se obtiene menor calidad.
  Miguel Donate González. San Miguel de Abona

Toda una ciencia conlleva llegar hasta ese exquisito producto que se guardaba como una reserva de alimento para el invierno, tal como apunta el vecino de San Miguel de Abona, Miguel Donate González. Después cogía usté cuando se pasaba, la empresaba, si está muy seca cuando usté va a empresarlas pues cogía unas gotitas de agua, pero poco agua. Las día poniendo bien puestitas, bien puestitas, y las dejaba allí hasta que se oreaban, dos días o tres días, según como estuviera el tiempo y después tenía un cuarto na más que pa la fruta y día cogiendo y echando en aquel cuarto allí, pero todas las semanas había que estregarlas, pero estregando despacito y poniéndolas bien puestitas. Eso era en el suelo, estregando, estregando, y dispués la día arrimando, los día arrimando, y todo eso se día poniendo azucarao. Porque si usté no lo estruga se quean secas, y por eso había que estregarlas y al estregaba es pa que la breva, o el higo, esté siempre amorosa. A lo mejor lo hacía a la semana una vez, tres o cuatro semanas, y dispués ya la fruta ya se amontonaba aquí, ya no se secaba, ya la podía usté dejar allí pa esté comer.
Manuel Pérez Vargas, vecino de Tijoco de Arriba, en Adeje, aportó su experiencia a este arte. Vivió unas tres décadas, entre los años treinta y cincuenta, en El Almácigo, Guía de Isora, cuando sus padres, Manuel Pérez de León y Ursula Vargas Morales trabajaban de medianeros con la empresa Fyffes, a quien le compraban por 20 pesetas los higos de leche de las higueras que se encontraban en la Vera de Erques, en las Hoyas del Draguillo y en Los Graneritos, pagábamos al año veinte pesetas, por los higos, y los pasábamos, hasta treinta quintales de higos. Eran años que se optimizaba todos los recursos, como los frutos de la higuera, que se consumían en fresco o pasados, recurso imprescindible para pasar los fríos meses que se avecinaban. En ese tiempo un higo que estaba allarriba se le tiraba una piedra, no es como hoy que se pudren áhi y nadie los mira, hombre por dios. Eso era una comida muy sana, muy saludable y muy buena. Esté salía de madrugada o iba pa la cumbre, se llevaba unos poquitos de higos y un pedacito de queso, si tenía, y estaba comido tranquilo todo el día, como hubiera agua cerca donde beber, ya estaba.
Aurora Linares en el secado de fruta de leche. Las Manchas

 

O tal como narra Aurora Linares Fortes, de Las Manchas en Santiago del Teide, que antes habían cestos, hacíamos unos goritos de piedra y en esos goritos los metíamos todos y mi madre los acalcaba mucho con las manos dentro de las piedras, pero ya esa época, teníamos unos pasiles y en cestos, en cubos, ahora ya es distinto compramos las bolsas y los prensamos en las bolsas. Y luego guardarlos en arcones de madera, cajones de cualquier tipo, hasta esos toneles que venían con cemento, en cestas de mimbres o en paños de tela, en lugares frescos.