domingo, 25 de agosto de 2013

Juan Melo Tavío y Manuel Melo Barrios. Pescadores de Los Cristianos. 1947

  Juan Melo Tavío y Manuel Melo Barrios
 
Pescadores de Los Cristianos junto al barco la Nena de José Melo Martín, padre de Juan Melo Tavío. Fotografía que asimismo muestra el armazón del barco Atlántico, lo que aproxima la fecha esta imagen, el que se daba por concluido a finales de 1947.
Juan y Manuel iban a pescar en la Nena, y en el momento de esta imagen se encontraban limpiándolo. Juan Melo Tavío, Los Cristianos 1929, apunta que la Nena la construyó su padre, un barco pequeño que apenas sobrepasaba los 5 metros y que navegaba a remo y a vela. Que yo recuerdo que tuviera mi padre, pero él tuvo uno antes. En el que yo fui primero a pescar fue en la Nena. Mi padre vendió la Nena con noventa y pico de años, la tenía tapada áhi debajo, con sacos.
Yo tendría seis, no creo que llegara a seis años, nos llevaba a los tres, mi padre nos llevaba a los tres, mi padre nos llevaba a los tres, días si, días no, íbamos los cuatro a bordo. Manuel es el que aguantaba los remos, mi padre pescaba, y yo y Nicolás nos poníamos de proa o Nicolás se ponía de popa con mi padre, estando pescando a viejas, a lo que estuviera, le ayudaba a sacar los pescados de la pandorga.
Manuel Melo Barrios era conocido por Ojo Claro, nombrete que explica Encarnación Alayón Melo: Ojo Claro era un hermano de Sebastiana, que se llamaba Manuel, yo no se que le salió en un ojo, se le quedó medio, una nube que le decían antes, y le decían Ojo Claro. En el Padrón Municipal de Arona, para el año de 1935, Manuel Melo Barrios consta inscrito en Los Cristianos, donde nació en 1926; e hijo de Manuel Melo Cabeza y de Ana Barrios.


Tragedia en Vilaflor. 25 de agosto de 1950

 

  Miguel Cabrera Tacoronte

En agosto de 1950 comenzaron de nuevo los lamentos en el Barranco Hondo, ubicado en las cercanías de Vilaflor. Allí está enclavada la galería La Milagrosa, conocida también por Las Goteras, por encontrarse en sus cercanías una fuente denominada de Las Gotas. Hacía pocos años del fallecimiento de Ramón Fuentes, a cuyo rescate acudió un antiguo compañero de penas y sufrimientos, un trabajador que ya había abandonado el impagable trabajo que se realiza en las entrañas de la tierra, Miguel Cabrera Tacoronte. En agosto de 1950 se cobró cuatro nuevas víctimas, primero a Emilio Quijada González y Francisco Fumero Fumero, y en el intento de rescatar el cuerpo de este último a Antonio Cano Oliva, encargado de la galería, y Miguel Cabrera Tacoronte, quien aquí volvió en pos de extraer a un antiguo compañero de las entrañas de esta galería de la que conocía todos sus vericuetos, en la que andaba con la misma familiaridad que en su propia casa.
En la mañana del viernes 25 de agosto de 1950, y como cada día, entró a trabajar en la galería La Milagrosa o Las Goteras, el primer turno compuesto por los obreros Antonio Cano Martín, Francisco Fumero Fumero y Emilio Quijada González. Era el día previo a los festejos de San Agustín y San Roque, el último día de trabajo antes de unas celebraciones que estaban previstas se desarrollaran entre el sábado 26 y el martes 29 de este mes de agosto. Se iba a contar con la participación del Obispo Domingo Pérez Cáceres, el cual tenía previsto oficiar la misa de las siete de la mañana del domingo 27, y a quien además se le iba a rendir un homenaje en esa misma tarde, con el descubrimiento de una lapida de mármol con la que se le daba su nombre a la plaza de la Parroquia de San Pedro Apóstol. Pero la tragedia llegó antes, el pueblo entero comenzó un prolongado duelo, se suspendieron todos los actos previstos para esta festividad, a excepción de los actos religiosos que se multiplicaron.
  Entrada a la galería Las Goteras de la Comunidad la Milagrosa

Llegaba la tarde del fatídico viernes 25 de agosto de 1950,  ya había pasado las cuatro de la tarde cuando comenzó a cundir el pánico por que aún no habían salido los tres obreros de la galería. La tragedia se respiraba en unas personas conocedoras del peligro que guardan estos túneles por los que se han extraído el agua para el progreso de la agricultura y el turismo. La tragedia llegó a través de unos obsoletos conductos de ventilación, los que son imprescindibles para renovar la atmósfera, limpiarla de gases tóxicos y permitir trabajar con ciertas garantías. Y allí se quedaron atrapados estos tres obreros, a unos dos kilómetros de profundidad. En el primer intento de rescate participaron, entre otros, Severiano Delgado, Luis Fumero y Evelio Martín Quijada. Este último logró sacar con vida a Antonio Cano Martín, intoxicado por los gases y con ligeras heridas, lo encontraron a unos 1.800 metros de la entrada. En otro intento, a las dos de la madrugada extrajeron el cadáver de Emilio Quijada González, de 19 años de edad; se encontraba a unos 80 metros, en dirección al interior de la galería, de Antonio Cano. No pudiéndose localizar en esas primeras incursiones al tercer componente de este primer turno de trabajo, a Francisco Fumero.
En la tarde del sábado día 26 se celebró el funeral por Emilio Quijada, oficiado por el Obispo Domingo Pérez Cáceres. Al mismo tiempo, y con grandes dificultades por la escasez de material adecuado para el rescate, continuaban los intentos por extraer el cadáver de Francisco Fumero Fumero. Lo intentó un grupo formado por Antonio Cano Oliva, de 65 años, que era el encargado de las obras en la galería, padre de Antonio Cano Martín y abuelo político de Francisco Fumero; Miguel Cabrera Tacoronte, de 49 años, antiguo trabajador en esta galería y que no era la primera vez que se presentaba para estas labores; Francisco Delgado Valentín, de 25; Francisco León García, de 26, y Jesús Reverón Tacoronte, de 20 años. Los dos primeros eran vecinos de Vilaflor y los restantes de Arona.
La desgracia volvió a hacer acto de presencia en esta galería que se adentra en el subsuelo y llega a la perpendicular de Las Cañadas. Este grupo entró en una vagoneta que volcó cuando se encontraban próximos al final del túnel, al se lanzados fuera de esta vagoneta se desconectaron de los tubos de oxigeno que los aprovisionaban, permaneciendo expuestos a los gases tóxicos. En este intento de rescate del cadáver de Francisco Fumero entraron cinco y sólo lograron salir tres, atrás quedaron dos nuevos muertos, Antonio Cano Oliva y Miguel Cabrera Tacoronte. Fue tal el pánico que se produjo con estas dos nuevas victimas que se suspendió el rescate de sus cuerpos.
Los trabajos para la extracción de estos tres fallecidos se realizaron con las máximas precauciones, el 30 de agosto se informaba que se había penetrado unos mil metros en el interior de la galería, comprobándose el normal funcionamiento de todos los equipos de seguridad. Al día siguiente se llegó a los dos mil metros, en cuyo lugar tuvieron que ensanchar un corto tramo por el que no podían pasar las vagonetas. La incertidumbre, el ser las tres victimas que aún quedaban en el interior muy conocidas en la comarca, hizo que los aledaños de la boca de la galería se poblaran de familiares, amigos y curiosos, en espera de alguna información. Pero no fue hasta el domingo 3 de septiembre cuando se pudieron extraer los cuerpos de Antonio Cano Oliva y Miguel Cabrera Tacoronte. Desde la galería se trasladaron a la Parroquia de San Pedro Apóstol, donde el Prelado de la Diócesis Nivariensis ofició un responso para después sepultar a Miguel Cabrera en el cementerio de Vilaflor y trasladar a Antonio Cano al de Santa Cruz de Tenerife.
Pero al final de la galería todavía quedaba otro cuerpo, el del obrero Francisco Fumero Fumero, por el que su familia aún hubo de esperar cinco meses para poder celebrar su enterramiento. Su cuerpo se recuperó el viernes 26 de enero de 1951, apuntándose en las informaciones del momento que sólo presentaba ligeros síntomas de descomposición a pesar del tiempo transcurrido en la galería.
Y en la profundidad del Barranco Hondo, al pie de la vieja fuente de Las Gotas, se abre en la piedra viva la boca de la galería de La Milagrosa, popularmente conocida por Las Goteras. Hasta allí llegamos de la mano de la hija de Miguel Cabrera Tacoronte, a quien su padre dejó con apenas nueve años. Al pie de la galería, de esa boca desde la que apenas percibamos unos metros de los más de tres kilómetros abiertos con sudor y sangre, la de estos vecinos de Vilaflor, se alberga la emoción de Maruca Cabrera Bethencourt, quien no había estado aquí desde que le traía la comida a su padre, a pie se hace largo la senda desde La Martela. Aún siendo agosto el frío se palpa en la hondura del Barranco Hondo, frío y silencio apenas roto por las lagrimas que se desploman sobre el culantrillo aferrado a esta fuente de Las Gotas.