domingo, 18 de agosto de 2013

Casimiro Díaz Hernández, entre la agricultura y la cabrería


Casimiro Díaz. Los Llanos, 2003

Nace en Trevejos, Vilaflor, el 19 de septiembre de 1923, donde sus padres María Hernández Tacoronte y Martín Díaz Tavío trabajaban de medianeros y cuidando un ranchito cabras. Su infancia transcurrió en la Mesa de Túnez, Arona, y como casi todos los niños de la época, y de la zona donde les tocó vivir, la escuela fue su gran desconocida, apenas asistió a la Escuela Pública de Arona. Su pizarra fue, en muchas ocasiones, una penca, le quitaba los picos, no la podía raspar nada, porque si no la borraba, no escribía después; le quitaba los piquitos con la mano y la iba aquellando y después con el pincho rayaba y que da la letra, ahora si la barre no porque la rayo toda y ya se jodió.
En la Mesa de Túnez pasó su adolescencia y le llegó su madurez trabajando de todo lo que surgiera: carretera general del Sur, la C-822, entre Granadilla y La Centinela. Carretera de Vilaflor a Las Cañadas. Plantación de parras. Construcción de paredes o de una era; y un largo elenco de tareas relacionadas con la agricultura de secano o el transporte de pinillo y retama desde la cumbre a las medianías y a la costa, ganaba cinco duros por cada viaje que daba. Uno diario, a través del camino que partiendo de La Escalona pasaba por Los Quemados, La Cabezada, la Hoyita Abreu, Llanos de Trevejos, Boca del Cascajo, la Montaña la Vica o por la Majaita, por el Atajo, la Cruz de la Niña, la Montaña de las Lajas, hasta entrar a las Cañadas por Boca Tauce.
  María Pérez y Casimiro Díaz. Taucho, 2003
En 1943 se casó con María Pérez Toledo, en la Parroquia de San Pedro en Vilaflor. Los hijos fueron llegando, al año siguiente de la boda, María; Virgilio, en 1948; Francisco, en 1950; Pedro, en 1952; Andrés, en 1954; y Lucía, en 1956. Vivió en La Escalona hasta que en 1950 se traslada a Aponte, Adeje, como medianero y a cuidar una manada de cabras, su primera cabrería. Aquí llegó, como nos relata, en septiembre, en plenas fiestas de La Quinta. En esta zona fija su residencia definitiva, son años de dedicación a la agricultura y al cuidado de las cabras. Pasó por Los Llanos, por La Quinta, hasta que se construyó su casa en La Asomadita, en Taucho.
Su amor por estos animales lo muestra en algunos comentarios: hoy no hay cabreros, hoy no porque eso no son cabreros, no saben ordeñar, si las sueltan no saben cuidarlas. También cuando cuenta sus preferencias por cómo le gusta que sea el ganado: `porque lo bonito es bonito en todos lados. Que sean bonitas de cuerpo, de tipo, si son buenas de leche también, por qué no, porque den una cuarta menos de leche no tiene que ver. Si usted quiere tener un ganado bonito, cabras bonitas que sean bonitas de tipo, de cuerno, levantaditos, bien hechitas de ubre y recogiditas parriba las tetas. O en el momento que narra las motivaciones de cada cabrero para denominar a cada uno de los animales que componen la manada. Cómo no y entonces cómo cree usted, tiene un pueblo sin nombre. Todas las cabras tenían nombres, ¿hay persona que no tengan nombre?. No había una cabra que no tuviera nombre, llegaba al corral y miraba y fulana, ¿dónde está?.
Estos nombres se ponen por una larga lista de motivaciones, eso depende, el color de la cabra, otras veces se lo ponía uno por la mala idea de la cabra, o por la cosa de la cabra le ponía el nombre y los colores. Ejemplos numerosísimos que Casimiro enumera con pasión, con amor, y que sobre todo se ponían por la disposición de sus colores, como `La Fore, le decíamos nosotros, con el fondo canelo y lunares blancas. La del fondo negro y lunares blancos, berrenda´. Por su procedencia, Regalaá: porque me la regalaron. Tuve tres cabras Regalaás. Una me la regaló el del correo, otra me la regaló un gomero que está allí abajo por los Menores, chiquita. Y otra, esa si la crié yo, la madre era aquella que yo le digo La Mosquita, le llamaba yo también La Regalaá´. O por el tipo de sus cuernos, por sólo aportar unas ligeras pinceladas, La Cierva, si tiene los cuernos más empinaditos.
Casimiro ha sido un gran observador, un extraordinario escuchante, que ha tenido que buscar remedios para los males de su ganado. Unas veces poniendo en práctica consejos dados y otras muchas de las veces por pura intuición, pero siempre buscando soluciones. Y qué es lo que pasa, se muere, sea una persona, sea un animal, se muere ¿no?, pues que se muera de una vez, vamos a hacerle esto, si escapa, escapa, y si no …
Por sus manos han pasado cabras a las que ha habido que tratarlas con los remedios que tenía a mano, como la tetera o manquera, una inflamación de las ubres, y que en muchas de sus maneras de mostrarse es mortal. Y para la que solía utilizar, aplicándole a la ubre, el zumo pitera, la leche tabaiba o el aceite caliente.
 
     Casimiro Díaz en la vivienda en que nació. Trevejos, 2002
 
Cada enfermedad tenía su remedio, como la bojera, en los besos se le ponían que daban miedo, la matábamos con sal y vinagre. El garrotejo es como decir en nosotros el tétano, se quedaban engarrotadas, se quedaba yerta y no se echaba y se quedaba yerta, hasta que el animal se caía al suelo con las patas tiesas así y velando. La tontina, con la cual el animal `se ponía borracho, metía la cabeza en un bujero y así lo llevaba velando y velando, tampoco le conseguí remedio, se morían.
Para las cagaleras algunas veces no había remedio, había alguna que se moría. Por qué era eso. Empezaba una canalera negra, yo llegué a escapar algunas pero otras se me morían, caminando se iba yendo. Si a los tres días no se le quitaba era mala quitar. Yo llegué a usar café. Y otras veces le amarraba el rabo con una tira fuerte y también se les paraba.    
A ayudar a las cabras a parir cuando surgía algún contratiempo lo aprendió con la experiencia que aporta la necesidad, o como él dice: `por las buenas´. Y en algunos momentos se interviene para salvar a la cabra, porque ya no hay remedio para la cría. Incluso intervino en dos ocasiones en partos de mujeres, porque no había otro remedio, aislados en algunos momentos y sin comadronas ni médicos había que intentarlo, `que la gente era tímida, veía una cosa así y parece que sentía tocarlas con las manos´.
Para el mal de ojo nunca utilizó el recurso de colocarles un trapo rojo. Yo oía también decir que cuando salían los animales de la casa, o antes de salir, decían tres veces: Mira pa la cumbre/Mira pa la mar/ Soplale pol culo/Y dejalas estar.
No se ha caracterizado por tener manadas con muchos animales, al realizar el recuento se hace contando las cabras que dan leche, se cuentan las cabras grandes, de un año pa bajo no se cuentan, solo las cabras grandes, cuando tiene el año sí. En Aponte llegué a tener veinticinco, tenía poquitas. En La Quinta unas sesenta, setenta y en Los Llanos llegué a tener cuarenta. Para cubrir este número de animales con un macho bastaba, macho que sirva, salvo cuando las tenía en La Quinta para las que necesitaba dos machos. Cuando ya tenían cinco, seis, siete años cambiaba el macho, si me daba buenas cabras si no pues lo cambiaba ahí mismo, fuera.
Con este hombre de campo, de tierra adentro, conocedor de todas las vicisitudes necesarias para la supervivencia en años difíciles, se ha aprendido cada uno de los pasos necesarios en cada una de las esas múltiples labores. Como cuando relató las tareas necesarias para llevar el cereal desde la tierra hasta la mesa; o los recursos y aprovechamiento de las cabras; sobre todo la elaboración del queso, práctica que realizaba su mujer, María Pérez Toledo, con esa sabiduría que dan los años.
Y aquí nos queda, por más que nos dejara en julio de 2013. Quedan sus recuerdos, su vitalidad, su sabiduría aprendida con los años, los que le aportaron la erudición, con la que fue llenando el zurrón de su vida: Después de viejo si ha aprendido mucho.

Juan Bethencourt, JUAN MACACO



  Juan Bethencourt García y Francisca Linares

Este nombrete se inicia con Juan Bethencourt Linares, Juan Macaco, por ser el lugar de procedencia, donde residió con su familia, en Macaco, Valle de San Lorenzo. Un topónimo que está muy cerca del olvido y que Juan Bethencourt Alfonso lo sitúa entre Jama y el Valle, en Arona. Se ubica al Norte del Valle de San Lorenzo y al Oeste del caserío de La Fuente.
Según apunta Francisca Bethencourt Linares, hija de Juan Bethencourt García, este apodo procede de su abuelo Juan Bethencourt Linares, Juan Macaco, y fue su padre, Juan Bethencourt García, Juan Macaco, el único hijo que lo heredó por ser el que portaba igual nombre. Y un hijo de éste último, Juan Bethencourt Linares, también hereda el nombrete y continúa la saga de Juan Macaco. El sobrenombre Macaco aún se conserva entre una larga descendencia diseminada en los municipios de Arona y Vilaflor.
Tanto el padre como el hijo dedicaron a la agricultura y a la ganadería, al cuidado de manadas de cabras, en los Municipios de Arona y Vilaflor. Juan Bethencourt Linares consta inscrito en el Censo Electoral de Arona, rectificado en 1897, con residencia en el Valle de San Lorenzo, contando con 52 años y de profesión jornalero. En el Censo de Población de Vilaflor, para el año de 1910, se registra en La Escalona, con 61 años de edad y de profesión labrador; casado con Francisca García González, de 62 años y de profesión su casa; y con dos hijos residiendo en la vivienda familiar: Román, de 22 años y labrador, Cándida, 15 años y su casa.
En el Censo de Población de Vilaflor, para 1910, Juan Bethencourt García se encuentra inscrito en Diseminados; la tradición oral apunta que primero residió en La Escalona y con posterioridad se traslada a Trevejos; contaba con 25 años de edad y como profesión labrador; casado con Francisca Linares Domínguez, de 22 años.
En el Padrón Municipal de Vilaflor, para el año de 1940, esta familia consta inscrita en Trevejos; Juan Bethencourt García nace el año de 1887 y de profesión labrador, natural de Arona y con 44 años residiendo en Vilaflor. Francisca Linares Domínguez se anota que nace en 1893, en Vilaflor, y dedicada a sus labores. Y con los hijos, de los 10 que tuvo la pareja: María, de la que se anota que nace en 1921; Leocadia, 1923; Juana, 1926; Nicolás, 1928; y Francisca, 1933. En Guayero consta otro de sus hijos: Juan Bethencourt Linares, asimismo conocido por Juan Macaco, con fecha de nacimiento se anota la de 1917, y de profesión obrero; casado con Encarnación Rodríguez Rodríguez, 1922, natural de Adeje, sus labores, y residiendo desde hacía 3 años en Vilaflor.

Germán Fumero Alayón, el viejo vate chasnero

  Germán Fumero Alayón, en una fotografía cercana a 1930, con sus hijos Delfina y Germán Fumero Rodríguez
 
Germán Fumero Alayón (Vilaflor 1846-1936), el viejo vate chasnero, ha sido una de las personas más ilustres que ha dado este Sur, y que en Vilaflor lo fue todo a través de su longevidad: alcalde; juez municipal; secretario de varios ayuntamientos; asimismo ejerció de cartero rural, de sochantre, de maestro; además de escritor y gran animador de la vida cultural de su pueblo. 
Su hija Delfina Fumero Rodríguez recuerda su faceta de cartero rural y la labor de sochantre, de la que consta que la realizó en diversas parroquias del Sur. Antes le decían sochantre, porque eso cantaba en la Iglesia. Él era mayor ya, tocaba el órgano, que todavía el órgano existe, porque después lo restauraron.
Él tuvo muchos años el correo, en esta misma habitación tuvo el correo, le pagaban una miseria de ocho duros todos los meses. Aquí venía la gente a buscar las cartas y por fuera de la puerta tenía un buzón donde la gente si quería poner una carta la ponía en ese buzón, después él las recogía las sellaba y las mandaba a Granadilla.
Entre sus artículos se podrían resaltar: ¿Dicen que mataron al marqués? ... ¡Eso dicen!, publicado en 1932, en el que relata lo acontecido el 17 de agosto de 1840 cuando se cometió el asesinato de Alonso Fernando Chirino y del Hoyo Solorzano, séptimo Marqués de la Fuente de Las Palmas, coronel del Regimiento de Milicias de Abona.
Unos dos kilómetros antes de llegar a Vilaflor, en la Cruz de Juan Bello, se parapetaron bajo una higuera los que le dispararon a muerte. Zona que se conoce por la Hoya del Marqués y la Higuera del Marqués, ya desaparecida. Y narra Germán Fumero: Ya las sombras de la noche envolvían los matorrales, veredas y sitios en que se encontraban el marqués y su comitiva, que la componían los dos niños de que hablamos al principio, la madre de éstos y algunos servidores.
Súbitamente suena una descarga de fusilería. Cae el caballo, atravesado el pecho por proyectiles mortíferos y con su últimas palabras de ¡Salvad los niños!, cae también, a consecuencia de una segunda descarga mortalmente herido, el ilustre marqués.
Germán Fumero Alayón cantó en diversas ocasiones las bellezas de los parajes que circundaban su cuna, Vilaflor: por verdes pinos cubierto /salpicado de retamas,/ jaguarzos, jaras, poleos,/ tagasastes, granadillos,/ arrayanes y romeros/ y silvestres campanillas/ que elevan su copa al cielo/ y que con perenne aroma,/ hacen de aquel grato suelo/ un Edén, un paraíso,/ lugar de ninfas y genios;/ donde crecen a millares/ el castaño y el almendro,/ y ostentan su dulce fruto/ gentil melocotonero, / el arrogante peral/ y el corpulento ciruelo;/ y una primavera eterna/ siembra de flores el suelo.
La participación de Germán Fumero en la vida social de Vilaflor es amplísima. Se le sitúa en los encuentros literarios que se organizaban, en homenajes propios y ajenos; en cuyas informaciones se le cita con gran respeto.
Lo alaba el periodista Rafael Peña León, quien lo compara con el porte del pino. Allí, en Vilaflor, recio, como añoso pino,/ vive este poeta labrando las endechas./ Ha sacado a la vida máximas cosechas/ encarcelando su espíritu a lo divino.
Lo describe el poeta Emeterio Gutiérrez Albelo, quien impartía su magisterio en la escuela pública de Vilaflor: Con sus largas barbas de monje, sus ojillos vivaces, sus sarmentosas manos, que hacen aún caligráficos prodigios, su lucidez profunda, extraña en tan larga longevidad; sus amables maneras de gran señor, empapadas melancólicamente, a veces, en la recordación de pretéritos rosales: “-Ay, hijo. La vida es así…”
Don Germán, fregolinescamente, ha apurado a grandes sorbos una vida de folletín. Hoy vuelca en versos, por que él es poeta, el poeta de la localidad, sus añoranzas cantando el paisaje circundante y las anécdotas pueblerinas … Y su musa nos trae, a ratos, el fuerte aroma del de Hita, el “myo Archipreste”.
Y otro vecino ilustre de Vilaflor, Manuel Rodríguez Escalona, también vertió elogiosos párrafos:  Él es, en una palabra, el arbitro intelectual de los destinos de Vilaflor, el hombre que aquí todo lo tiene en sus manos y de quien puede decirse que en su pueblo no se resuelve jamás ningún asunto jurídico, social o eclesiástico sin que antes su intervención no se haga necesaria. ¿Y decidme ahora si un hombre como éste que aquí lo es todo puede ocaso morir en el corazón de sus convecinos aunque llegue un día en que se apague la llama de su existencia?.
De los diversos artículos que se publican después de su fallecimiento, entresacamos el de Félix Centeno: Era la institución local, don Germán Fumero. Había visto nacer a todos sus vecinos, había visto enterrar a los padres. Era don Germán Fumero hombre de luces y mundo, dotado sabiamente por la Naturaleza para suplir lo que otros ignoraban.
Al morir don Germán pierde Vilaflor espíritu y paisaje. Faltarán sus servicios impagables, luz para el que vive en oscuridad. Faltará también su figura proyectándose en sus callejuelas empinadas y con un fondo de pinos cuajados. Queda muy vacío Vilaflor y pierde Tenerife a un hijo humilde y modesto que en apacible lejanía, vecino del Teide altivo, cumplió la más alta función humana: servir a la Humanidad
Y aquí continúa el viejo poeta chasnero que tal como apuntaba Rodríguez Escalona, no ha abandonado el corazón de sus convecinos.


Almendreros en las Bandas del Sur




  Las Manchas. Santiago del Teide, 2013

Los almendreros se adaptan muy bien al clima, y al terreno, que predomina en este Sur. Su fruto, al igual que el higo pico y el higo de leche, estos dos últimos en forma de porretas e higos secos, fue una importante fuente en la alimentación, en la subsistencia, de nuestros antepasados.
Referencias de almendreros se encuentran desde siglos atrás. Como por ejemplo se puede aportar los datos de las perdidas ocasionadas por el huracán que padeció las Islas Canarias en noviembre de 1826, en el que se reseñan los daños ocasionados en árboles frutales en el Sur de Tenerife, sin especificar variedades, salvo para el Municipio de Santiago del Teide: Árboles arrancados de raíces en la demarcación de mi mando puede llegar a mil, más bien más que menos y esto es de los frutales de leche y de almendros y morales puede llegar a mil también.
Para el siglo XIX también se puede citar el proceso que se cursa en 1855, por el Ayuntamiento de Guía de Isora contra un cabrero por entrar su ganado en un terreno de Salvador Alonso Rojas, denominado Tejinastal, ocasionando daños en almendreros, higueras de leche y manchones de hierba. 
Barranco de Angola. Vilaflor, 2013 a
En Vilaflor, se encuentran múltiples referencias en las declaraciones de fincas rusticas, en 1882, y aunque no es frecuente encontrar las citas de almendreros ya que se recogen en muchos casos con el genérico de árboles frutales, se anotan su existencia en algunos lugares. Así se declara la posesión de dos pies de almendreros en el Callejón. En el Llano de Coto, una tierra dedicada a cereales y almendros. O en Santa Catalina, una tierra destinada a almendros.

  Con la vara. Los Tomillos. Aripe, 2007
  Aripe. Guía de Isora, 2009

En algunas zonas, como en el Suroeste de la Isla, se denota una expansión de este cultivo en la última mitad del siglo XIX, motivada por la crisis de la cochinilla, la cual se intentó atenuarla con la siembra de almendras, tal como apunta Carmen Rosa Pérez Barrios en su publicación la Propiedad de la tierra en la Comarca de Abona.
El cuidado del almendrero ha perdido presencia en estos campos del Sur por el abandono de la agricultura tradicional. Lo que representó a nuestra gente del campo nos lo muestran algunos de sus vecinos, algunos de ellos ya fallecidos. Como Rosario Delgado Hernández, quien nació en El Roque, San Miguel de Abona, en 1912, y quien contaba que en el día de reyes sólo recibían unas naranjitas y unas almendras, que colmaban la mayor de las expectativas. 
  Las Vegas. Granadilla, 2013
María Oliva Fraga, nació en 1928, en Icerse, Adeje, en una familia dedicada al cuidado de una medianería, entre la agricultura y la ganadería. Pero lo que no entraba en ese trato eran las almendras, que también recogíamos, pero pagában pa recoger, las almendras se las llevaban ellos, las exportaban pa Las Palmas.
María Rodríguez González, de Aripe, Guía de Isora, donde nació en 1935, y que siempre ha estado vinculada a este cultivo, con una gran mano para tumbar la almendra con la lata, con la larga vara con la que se golpea el árbol. Apunta María que la almendra se solía vender sin majar. Se tumbaban con la lata, se recogían, se trasladaban a la vivienda, se escogían, se les retiraba la cáscara verde, a la que aún la tenía, y se almacenaba en el granero. La cáscara verde se solía colocar en el estercolero y utilizarla con posterioridad como abono, y la seca se podría utilizar para alimentar el fuego del fogal.
Tomás Trujillo Trujillo, cabrero más conocido por Pablo, y quien nació en el canto abajo de Las Manchas, en Santiago del Teide, apunta la dedicación de su familia, que también incluían la almendra entre sus labores. En aquella época nada más que el ganado, sembraba, recogía, vivía de la agricultura. Y así pasábamos un tiempo como dios mandaba, en aquel tiempo de las miserias lo pasamos bastante bien porque teníamos gofio, cogíamos papas, fruta, almendra, de todo teníamos en la casa.
Asimismo con la almendra, al igual que otros cultivo como la papa y de otros árboles frutales, fue recurso para gente humilde a través del rebusque, de ese fruto que queda perdido bajo el almendro una vez recogida la cosecha.

  Los Calvaritos. Vilaflor, 2012
O anotar otros apuntes de esas almendras que se utilizan para la excelente repostería de este Sur: truchas de almendras, tortas de almendras o tortas chasneras, piñas, huesos, rosquetes rellenos o matrimonios. Y como ejemplo de dulcera se podría citar a Adorsinda Melo Aponte, quien nació en 1883 en Arona, y que elaboró sus deliciosos dulces en El Hoyo, en Vilaflor, tal como recuerda su hija María Tacoronte Melo, también dulcera y quien recuerda alguno de los momentos por los que transitó la vida de su madre, prestigiosa dulcera que recorrió buena parte del Sur de la Isla endulzando el paladar de sus gentes. Sobre todo en verano, se trasladaba a los festejos, se producía un ajetreo continuo en su casa de El Hoyo. Era empatar una semana con otra, siempre con los dulces, empatar porque cada vez que había una fiesta había que salir, usté ve que Las Galletas es muy cerca al Valle, después era Charco del Pino, después San Antonio en Granadilla, después también San Miguel.
Almendrero. Árbol de retorcidos y estriados troncos, de amplia gama de pardos que en ocasiones rivalizan en coloridos con la piedra. Y llega la conversión, brota el colorido, brota los pétalos blancos y rosas que pueblan laderas y barrancos de júbilo. Pero la metamorfosis continúa con el brotar del verde, de sus hojas, y del cuajado del fruto, de la almendra, exquisito manjar que aporta alegrías a nuestro paladar.

Calle Grande. Adeje. c. 1890


Calle Grande. Adeje. c. 1890
 
Imagen que nos muestra la actual Calle Grande, tal como se encontraba a finales del siglo XIX; a su izquierda El Mentidero, a la altura de la actual Calle Dr. de las Casas Pérez. Calle de tosca atravesada por la atarjea construida por Casa Fuerte para llevar el agua del Barranco del Infierno a sus propiedades al sur del pueblo, como al Valito. Atarjea, canal horadado a la tosca, que bajaba por el lado derecho de la calle y al llegar a la altura de la esquina con la actual Calle Dr. de las Casas Pérez, donde existió una tanquilla utilizada para el lavado de la ropa, cruzaba la Calle Grande.
Documentación:
BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones

Carretera de San Marcos a Santiago del Teide y Guía de Isora


  Obras a su paso por Santiago del Teide

 
El proyecto de la carretera de San Marcos, en Icod, a Guía de Isora se inició a la par que el muelle embarcadero de la caleta de San Marcos. Al unísono se muestran las quejas por los continuados retrasos para iniciar su ejecución. Desde finales del siglo XIX se encuentran múltiples informaciones donde se recoge los malestares por las demoras en la construcción de una vía que enlazara el Norte con el Suroeste de la isla. Desde los primeros años del siglo XX se subastaron las obras en su primer tramo, pero al no estar culminado el expediente de expropiación, los propietarios de los terrenos se niegan a conceder el permiso para su ejecución. Las peripecias de estas obras se alargan aproximadamente unas cuatro décadas, los fondos se consignaban a cuentagotas, y se iban subastando trozos de carreteras según su disponibilidad. Como ejemplo de abandono y desidia anotar que el primer trozo, de San Marcos a Icod, se anunció su subasta en 1902, pero todavía estaba en obras en 1931.
  Santiago del Teide, 1933
La carretera fue una larga petición con la que paliar la falta de trabajo en todas estas décadas que transcurrieron hasta su llegada a Guía de Isora en los años treinta. Los cíclicos periodos de sequías motivaban que cada cierto tiempo se reabrieran las quejas. La erupción del Chinyero, acaecida en noviembre de 1909, también originó múltiples peticiones que esta carretera se incluyera en los proyectos a realizar urgentemente. La emigración de los años veinte fue una sangría para estos municipios del oeste de la Isla. Las suplicas reiteradas por la ejecución de obras públicas no sólo era una necesidad para comunicar estos pueblos, para lo que todavía había que recurrir a las bestias y a los malos empedrados caminos, sino que además era una gestión precisa para paliar la falta de trabajos, era un acto de misericordia. Por la prensa de la época era frecuente encontrar noticias dramáticas, como la de vecinos de Santiago de Teide, “que se ven sin tener donde ganar el sustento, están emigrando en masa. Son ya más de 30 casas las que están cerradas, por haberlas abandonado sus moradores, los cuales se encuentran hoy diseminados en varios pueblos de la isla, mendigando trabajo, cualquiera que sea, que les permita ganar un pedazo de pan.”
Son infinitos los proyectos, las reformas, los comienzos de las obras, las suspensiones por falta de medios económicos. Como ejemplo los trozos 2º y 3º, los que partían de Icod hacia El Tanque, se estaban ejecutando en 1919, a comienzos de 1920 se paralizan por falta de financiación, y en marzo de 1921 se informa como una noticia de gran trascendencia que se va a  recibir una concesión especial de 20.000 pesetas para continuar con su construcción. Era tal el desanimo que incluso a finales de la década de los años veinte se suplicaba por su terminación. 
Para llegar a Santiago del Teide y a Guía de Isora por el norte, se iba en coche hasta Icod de los Vinos, algo más de dos horas desde Santa Cruz de Tenerife, luego en alguna bestia por la cumbre. A finales de los años veinte se llegaba, con automóviles, a Guía de Isora por el sur, pero dando infinitas vueltas por las múltiples pistas que se iban construyendo por este lado Sur. 

  Calle de La Libertad. Guía de Isora
En 1930 ya se había llegado a Santiago del Teide, un año después estaba finalizada el trozo de Chío a Guía de Isora. En palabras de Antonio Martí, “Chío y Guía se comunicaban, hasta no hace mucho tiempo, por medio de un mal camino de herradura, invirtiéndose en cubrir la distancia más de una hora, al cansino paso de las bestias. Hoy podría recorrerse el trayecto, en automóvil, en unos minutos”. Pero la carretera está cerrada por no estar entregada oficialmente. En esta época había que ir por Arguayo en bestias y coger el coche en Santiago del Teide, “pero ha llovido. Hay unos pasos malos a la altura de Erjos. Falta por construir unos puentecillos. Afirmar cierto trozo desmontado. Cuestión de poco dinero y de poco trabajo también. Por estos dos pocos, Santiago del Teide, Tamaimo, Erjos, toda una zona importante y rica, permanece incomunicada.”  
Los tramos se iban abriendo, pero al mismo tiempo quedaban pequeños trozos por rematar, por acondicionar; pequeños puentes que el agua los hacía intransitables, en suma que era una pequeña aventura recorrer esta carretera. En de mayo de 1932 se inauguró oficialmente la pista “de Santiago del Teide a Chío, pista que ha venido a cerrar el circuito de circunvalación de la isla”, con la asistencia del “Gobernador Civil el Cabildo en pleno y autoridades de la capital y de otros pueblos.”
Aún cuando esta inauguración podría hacer pensar que este proyecto estaba finalizado, no fue así. Todavía se estaba en obras para su llegada a Guía de Isora, y además el enlace de éste último a Adeje no se finalizaría hasta la década de los sesenta. Por entonces el tan cacareado anillo insular peregrinaba por un laberinto interminable de pistas. En junio de 1932 se informa que los trabajos en el quinto trozo están muy avanzados, cuyo contratista, Juan Fernández Oliva, creía que en julio se podría autorizar el paso de los vehículos hasta Tamaimo. De hecho en las fiestas de Santa Ana, a celebrar a finales de julio, se preveía la primera llegada de automóviles. En esta fecha varios vecinos de Santiago del Teide muestran sus quejas por la cantidad de polvo que levantan los coches que transitan por esta carretera, al cruzar por el mismo centro del pueblo y no estar asfaltada, para evitarlo solicitan se le dote de una capa asfáltica.
Los últimos tramos continuaban con su engorroso proceso de subastas y comienzos de obras, así el último tramo, para su llegada a Guía de Isora, se subastó en 1933. La empresa Entrecanales y Tavora comenzó las obras el 6 de abril, ocupando en ellas a treinta peones, produciéndose quejas por estar empleando a tan pocos obreros.
Las imágenes que acompañan este artículo se sitúan, dos en Santiago del Teide. Una de ellas con la carretera en obras, alrededor de 1930, y otra, de agosto de 1933. En ambas se nos muestra la pista con una línea de viviendas alineadas solamente en el lado del naciente de la carretera general. La tercera imagen pertenece a Guía de Isora, a comienzos de los años treinta, con uno de esos primeros automóviles que transitaban por sus calles, en la Calle de la Libertad o Calle de Arriba como se conoce en la actualidad, o de Manuel Luengo, como se aprobó, por la Corporación Municipal, en diciembre de 1909, en atención al interés mostrado por el que fue Gobernador Civil Interino en el transcurso de la erupción volcánica del Chinyero, acaecida en noviembre de ese año. A la izquierda se contempla la plaza de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Luz, y justo detrás del automóvil transcurre el Barranco de Ntra. Sra. de Guía.