miércoles, 14 de agosto de 2013

Candelaria Melo Barrios, MORA, nombrete de Los Cristianos


 
  Candelaria Melo Barrios, Mora, la primera a la izquierda. Grupo de mujeres, en la conservera de pescado de Eloy García, en Los Cristianos, en tareas de limpieza de latas de atún.

A Candelaria Melo Barrios, Mora, este sobrenombre le proviene por ser bautizada cuando ya contaba con tres o cuatro años de edad, por lo que le comentaban a sus padres que la niña era una mora, al no estarlo a esa edad. Su hermana Armenia, Meña, recuerda que fue Cho Lázaro, la cogió así, tenía no se cuántos años ya, y dice: ay que te vas a quedar morita por que no te bautizan, y morita se quedó. Hace referencia al pescador Lázaro Tavío Paz.
Candelaria Melo Barrios, Mora, es natural de Los Cristianos, hija del pescador Manuel Melo Cabeza y de Ana Barrios García, en cuyo lugar se encontraba inscrita en el Censo de Población de Arona, a 31 de diciembre de 1920, con la edad de 5 años. Se casó con el pescador Antonio Melo Alayón, Tonero.

En la fotografía también se recoge a Amada Barrera García, segunda por la izquierda, y Angélica Barrera Garcia primera por la derecha.


Documentación: BRITO, Marcos: Nombretes en el Sur de Tenerife. Y Los Cristianos 1900-1970. Vida cotidiana y fiestas populares. Llanoazur ediciones


Valle de San Lorenzo. Arona. c. 1920


  Valle de San Lorenzo. c. 1920
 
La imagen del Valle de San Lorenzo nos retrotrae al comienzo de los años veinte. Obtenida desde la parte alta de El Almacigo, queda encuadrada por su izquierda por el Roque de Bento y a la derecha por el Roque del Conde. En ella podemos apreciar en su parte derecha, en primer plano, las casas de El Almacigo, a continuación la zona de El Toscal, con su era, y El Lomito. Desde la derecha hacia el centro se traza el camino hacia Chindia, el de Cáceres antes de llegar a las primeras casas de Chindia; a la izquierda La Calle; y a la derecha El Pinito, El Cabo. También se reconoce la zona de El Salonito; La Cabezada; Llano Mora.


Documentación: BRITO, Marcos: Valle de San Lorenzo. Imagen y memoria. Llanoazur ediciones

¿Dicen que mataron al marqués?… ¡Eso dicen!… 17 de agosto de 1840. Vilaflor

 

Alonso Chirino y del Hoyo

La conflictividad y los diversos pleitos mantenidos por la familia Soler, en defensa del mayorazgo que fundó Pedro Soler y María Cabrera en 1602, con vecinos de la comarca de Chasna, tuvo su punto álgido el 17 de agosto de 1840 cuando se cometió el asesinato de Alonso Fernando Chirino y del Hoyo Solorzano, séptimo Marqués de la Fuente de Las Palmas, coronel del Regimiento de Milicias de Abona.

En 1825, a la muerte de su padre Domingo Chirino, hereda el mayorazgo de los Soler y toma posesión de una extensa lista de propiedades en los municipios de Arona, Granadilla de Abona, San Miguel de Abona y Vilaflor. Poco más de año después inicia pleitos para tomar posesión de otras propiedades que reclamaba como propias al considerar que fueron detraídas de su mayorazgo. Por este extenso proceso, que sostuvo durante décadas y ganó, se granjeó enemistades en buena parte del Sur y con algunas de las grandes propiedades de Tenerife.

Este suceso lo relata Germán Fumero Alayón, el viejo vate chasnero, en un artículo publicado en 1932. Era el 17 de agosto de 1840. Caballero en su trotón de pura raza árabe salió don Alonso Chirino del Hoyo, marqués de la Fuente de Las Palmas, de su casa palacio de Vilaflor para dirigirse a los limítrofes pueblos de San Miguel y Granadilla.

Cuando Germán Fumero narra esa noche trágica, describiendo que regresaba ya muy tarde del pueblo de Granadilla. En este lugar, un amigo suyo, don Gregorio Francisco de Trías, -según cuenta la tradición que ha llegado hasta nosotros.- le aconsejó que pernoctara en su casa, tal vez influenciado por algún presentimiento de lo que luego iba a ocurrir.

Unos dos kilómetros antes de llegar a Vilaflor, en la Cruz de Juan Bello, se parapetaron bajo una higuera los que le dispararon a muerte. Zona que se conoce por la Hoya del Marqués y la Higuera del Marqués, ya desaparecida. Ya las sombras de la noche envolvían los matorrales, veredas y sitios en que se encontraban el marqués y su comitiva, que la componían los dos niños de que hablamos al principio, la madre de éstos y algunos servidores.

Súbitamente suena una descarga de fusilería. Cae el caballo, atravesado el pecho por proyectiles mortíferos y con su últimas palabras de ¡Salvad los niños!, cae también, a consecuencia de una segunda descarga mortalmente herido, el ilustre marqués.


  Hoya del Marqués. Vilaflor

Dacio Darias y Padrón anota una cita de Benítez Suazo en la que se especifica que fue asesinado por doce chasneros, que al pasar por el camino que iba de Granadilla para su casa de Vilaflor, con su criado y los dos chiquillos de la criada Pepa, le hicieron una descarga cerrada de fusiles y lo dejaron muerto a él y al caballo en que iba montado.

Intervino el Juzgado de La Orotava, al que se pertenecía en aquellos momentos, pero como añade Germán Fumero, nada, absolutamente nada se sacó en claro. La opinión pública atribuyó el hecho a los carabineros del Resguardo que en aquella época vigilaba los puertos y ensenadas de esta parte de la isla para evitar el contrabando y el alijo de tabaco, que hacía frecuentemente un buque velero que llamado ´El Místico`.

La tradición oral chasnera aún conserva en la memoria este suceso, tal como lo relata Angélica Dorta Pérez, esposa del cabrero Antonio García García. La higuera estaba en una hoya y allí fue donde mi Antonio me dijo que mataron al Marqués. Porque el Marqués dice que decía: si la copa es mía porque no es el ala también. Porque se cogía todo y lo estaban acechando. Mi Antonio dice que debajo de la higuera había un montón de cajas de sardinas, de la gente que lo estaba acechando, pa matarlo. Entonces tenían un espía de Las Mesas pallá, en la Montaña Colorada, y lo vio subir de Las Vegas parriba en el caballo, y un criado que tenía, negro, y entonces él vino y les avisó a los que estaban debajo de la higuera, por todos sitios, viene ya.

Y cuando llegó allí le dijeron al acompañante que llevaba: retírese. Dice: donde muere mi amo muero yo también. Pero le dieron unos fogonazos al caballo y él cuando vio que le tiraron al caballo, y lo mataron, traspusieron, y entonces acabaron con el Marqués.

Después tenían que ir de Vilaflor a La Orotava, a declarar.

Decían, a la gente que iba de Vilaflor: Dicen que mataron al Marqués.

Decían ellos: Dicen que lo mataron.

Dice: ¿Y quién lo dice? A usted se lo oigo.

Y diai no había quien  lo sacara. A usted se lo oigo. Pero ellos no decían lo mataron, ni lo mató fulano, ni lo mató mengano. Pero lo mataron porque se iba a coger todo, iba a dejar los pobres sin nada.

Y aún persiste la lapidaria frase: ¿Dicen que mataron al marqués?… ¡Eso dicen!…


Primera Ermita en El Roque, motivos y festejos

El Roque. Década de 1930

 
La peste colérica que azotó la isla en los últimos meses de 1893 causó diversos muertos en el Sur de Tenerife, siendo uno de los lugares más afectados el Valle de San Lorenzo, en Arona. Barrio aronero con el cual los vecinos de El Roque, en San Miguel de Abona, mantenían fuertes vínculos, sociales y económicos. En San Miguel de Abona se establece una Organización Sanitaria en previsión del desarrollo de la epidemia, así se constituyen una serie de normas para controlar el paso de los viajeros procedentes de otros lugares, proponiendo una casa aislada en El Roque como observatorio para toda persona que no circule con cédula sanitaria. Ante la proximidad de esta desgracia, estos vecinos prometieron a San Roque la construcción de una Ermita en su honor si la peste no llegaba a sus casas.
Fueron momentos de verdadera angustia, si ya eran pueblos abandonados con nula comunicación terrestre, aún más lo eran cuando ocurrían este tipo de  desgracias, para las que no disponían de medios para combatirlas. Así lo expresó el médico, natural de San Miguel de Abona, Juan Bethencourt Alfonso, cuando en estos meses de finales de 1893 se trasladó con su familia a Arona, con la intención de regresar de nuevo a Santa Cruz de Tenerife, donde la epidemia causaba estragos, y se encontró con la comarca sureña infectada y sin medios con los que remediar tal mal. ‘tan aislados y abandonados se vieron aquellos pueblos de las autoridades y sociedades benéficas durante un mes –en que se desarrolló y extinguió el cólera sin ningún género de recursos científicos- que tengo entendido no consta siquiera en las notas oficiales que estuvieron epidemiados.  

  El Roque. Década de 1930

Suponemos que las dificultades por los que se atravesaron en esos años de austeridad y miseria no se pudo cumplir esta promesa hasta pasado algunos años. Hubo que esperar hasta 1907 para ver terminada la Iglesia, levantada canto a canto con la participación de la totalidad de sus vecinos. El Roque era a comienzos del siglo XX el barrio más poblado de San Miguel de Abona, contando con un censo de 251 personas, en el casco ya sobrepasaban ligeramente los mil, que habitaban los 71 edificios de una planta y los 6 de dos plantas, de los que 69 estaban habitados permanentemente. No poseía escuelas, pero si una población escolar, veintidós, suficiente para ello. A finales del siglo XIX existían en este barrio dos tabernas, las de Braulio García Alfonso y la de Francisco González Delgado.
Como apunta Montserrat Alonso Díaz en la publicación: ‘Comenzamos a caminar. Creación de la Parroquia de San Roque’’ editado en el año de 2003, esta iglesia se construyó en un solar donado por el médico Luciano Alfonso Mejías, natural de San Miguel de Abona, y uno de los mayores contribuyentes del Municipio. ‘Se hallaba emplazada muy cerca de la actual, orientada hacia el norte y rodeada por una malograda plaza. La forma que adoptaba era de una sola nave en planta longitudinal, a la que se adosaba la sacristía, en el lado izquierdo de la cabecera’. Además apunta que poseía cubierta de madera, su portada de cantería formando un arco de medio punto, con techo a dos aguas y cubierto de tejas. Esta Ermita se mantuvo en pie hasta la década de los años sesenta cuando se edificó la actual. Constando como donante de la primera imagen de San Roque su esposa, Claudina Alfonso.
Impulsor de este proyecto, como otros tantos de este pueblo, fue el entonces cura de la Parroquia de San Miguel Arcángel, Norberto Álvarez González, natural de La Guancha, y que ejerció en esta Parroquia desde 1903 hasta 1912. Carmen Rosa Pérez Barrios en la publicación: `La historia de Arona`, da cuenta del escrito que este párroco remitió, con fecha 18 de mayo de 1907, al Obispado de Tenerife, en nombre de los vecinos de San Miguel para levantar una Ermita en el barrio de El Roque, en el que le exponían `que desde el año de mil ochocientos noventa y tres en que la mano de Dios castigó nuestra Ysla con el terrible azote de la peste colérica cuyo mal hizo grandes estragos en el vecino pueblo de Arona y especialmente en su pago del Valle, los expresados vecinos de este pueblo hicieron voto al glorioso San Roque, de levantar una Ermita bajo su advocación en el pago de su mismo nombre, distante del pueblo próximamente cuatro kilómetros y con un número de ochenta y nueve vecinos. Este voto lo hicieron como dios y su Santo no permitiera que la expresada peste les invadiera`.
Deseo que se materializa con la inauguración de la Ermita de San Roque el 16 de agosto de ese mismo año, y cuyo programa de actos fue recogido por el entonces corresponsal del diario `El Tiempo`, en San Miguel de Abona, Miguel Hernández Gómez. `El 16 de este mes se inaugurará y bendecirá una ermita edificada en el barrio del Roque bajo la advocación de San Roque, patrono de este barrio. Esta obra se debe al constante propagador del culto católico D. Norberto Álvarez, párroco de este pueblo, secundado con entusiasmo por el vecindario.
Con este motivo, y por ser día del mencionado Santo, tendrá lugar una animadísima fiesta, que promete estar muy concurrida. A las 8 de la mañana saldrá procesionalmente la santa imagen desde la parroquia hasta la ermita, donde se celebrará solemne función con sermón. Por la tarde habrá divertidos juegos recreativos y al anochecer se representarán públicamente la comedia moral “El calzón corto” y un juguete cómico, por aficionados; después se quemarán vistosos fuegos artificiales.
También es probable que una banda de música amenice estos actos`.
Son años donde los festejos se realizaban con pocos medios, alguna parrandas y bailes en las casas que tuviesen disponibilidades de espacio, una procesión por los alrededores de la Ermita y algunos fuegos artificiales. Rosario Delgado Hernández, nacida en El Roque en los primeros días de 1912, recuerda algunos de estos pormenores, algunos de los momentos por los que transcurrieron cuando ella era una niña. De la procesión apuntó que venía pacá, pa la Cruz, y después iba allá a la Cruz de Cha Juana, daba la vuelta y entraba a la Iglesia, porque no había sino el camino real, que es ese que va a Arona, después este por aquí y el del Roquito, no había más. Un recorrido de ida y vuelta por el camino real, con salida y llegada a la Iglesia, que en ese entonces estaba orientada al Norte, tal como se puede contemplar en las dos imágenes que acompañan a este artículo y que bien podrían ser de la década de 1930.
Doña Rosario, vecina de El Tapado, hurgó con cariño en esos recuerdos, y apuntó que lo que no podía ser baile porque no había plaza, sino darle vueltas allí, traían la música para la procesión, bailaban el baile de las cintas, pues eran seis hombres, José Feo era uno, mi hermano Ángel también, José Llarena Marrero que vivía aquí encima, seis hombres, señor Pepe González tocaba la guitarra. De las casas que tenían cuartos amplios, apropiados para organizar parrandas y bailes, estaban las de Silvino García, Sinencia García, Ambrosio Fraga, un salón de Miguel Hernández, y ‘un granero de don Alfonso en El Tapado’.
Dolientes motivos para erigir una Iglesia, promesa impregnada de padecimiento y tristeza, votos de alegría que caló hondo entre sus paredes de tosca y barro. Primeros festejos en honor de San Roque, Ermita en 1907, Parroquia en 2003, un largo camino recorrido, en casi su totalidad, por doña Rosario, con cuyos recuerdos el olvido se logra detener, con cuyas evocaciones logramos darle forma a esa historia no escrita, conocer un poco más de nuestro pasado, preservar nuestro patrimonio cultural.