miércoles, 2 de octubre de 2013

La orquesta Brisas de Arona

La orquesta Brisas de Arona en la Plaza de Arona
 
A comienzo de los años cincuenta se crea en Arona una orquesta que llegó con aires poéticos: Brisas de Arona, y que durante casi toda la década de los años cincuenta y comienzos de los sesenta fue la encargada de confortar los bailes a medio Sur. Fue la gran animadora de los festejos en honor del Cristo de la Salud y de la Virgen del Rosario, durante estos años abría las fiestas, al participar en las cabalgatas anunciadoras, levantaba el animo con sus ritmos bailables o despertaba al pueblo con las dianas al amanecer. Así consta en una serie de programas de estos festejos, como el de 1953, cuando el domingo 4 de octubre, “a las siete de la mañana, diana por la orquesta Brisas de Arona que recorrerá las principales calles del pueblo.” O en la noche del domingo 1 de octubre de 1961, cuando se realiza la “Gran Cabalgata anunciadora de las fiestas a cargo de la orquesta local Brisas de Arona.”
Brisas de Arona, que tantas alegrías repartió en buena parte del Sur de la Isla, surge por la tenacidad que pusieron sus componentes. Aficionados a la música, que sin estudios llegaron a extraer las notas precisas para regocijo de los que participaban de sus sones, tal como apunta uno de sus miembros, Augusto Fumero Martín: que entonces llamaba la atención, por eso, porque fue nada más que ajuntarse y tal, a oído, y no fue nada, enseñar nada, ni el acordeón, ninguno de los que estaban sabía nada, nada, porque ya usté ve que hay algunas veces que hay que alguno que tiene una idea, no, y por la idea de aquel nos vamos acoplando los otros, pero ninguno tenía ni idea, el primero fui yo con la trompeta. Además de Augusto Fumero, el trompetista, la integraban: Lucio González Alayón, quien en un principio comenzó con el clarinete y después continuó con el saxofón; Antonio Beltrán Ramos, con la batería; Modesto Mena Fraga, con el acordeón; y Alejandro Carballo Mena, quien tocaba el clarinete.
Sus comienzos de van gestando desde finales de la década de los años cuarenta cuando estaban formados varios grupos de cuerdas, que tal como apunta Lucio González Alayón, pa tocar, pa después ir a tocar a los bailes, que había bailes en todos los lados, en La Escalona, en Vilaflor, en el Valle de San Lorenzo, en todos los sitios habían bailes por la tarde y por la noche.
A las cuerdas se le añadió la trompeta de Augusto Fumero, quién la primera pieza que pudo extraerle fue el pasodoble “La higuera se secó”, a base de dándole, dándole, asoplándo, desde que oscurecía estaba yo dándole a la trompeta, áhi en la azotea. Después de actuar en algunos salones de bailes, Lucio González adquirió un clarinete, entonces surgió de que Augusto le gustaba mucho la trompeta, y empezó a sacarle, a sacarle, y fue sacándole a la trompeta, pero estábamos tocando con cuerdas y después tocaba él, cuando sacaba la trompeta, tocaba cuatro pepinazos allí y no se oía nada más que la trompeta. Nosotros eso ya veíamos que no quedaba con las cuerdas, con las poquitas que eran. Y después se fueron alegrando los sonidos de la batería, de las manos de Antonio Beltrán; y del acordeón, con Modesto Mena Fraga; y el saxofón, que lo tomó Lucio González Alayón, pasando el clarinete a Alejandro Carballo.
Escuchar y bailar con Brisas de Arona significaba disponer de un amplio repertorio: pasodobles, boleros, vals, zamba, charlestón, isas o folias. En Arona tocábamos en el bar Mejora, después tocamos en La Escalona, en casa de Manolo Mena, en Charco del Pino, casa de Mejías, en El Bailadero, en casa Miranda en Los Cristianos. Todos los bailes recorrimos por aquí, a Vilaflor, al Valle, a Chindia a casa Pedro Hernández, a Playa San Juan íbamos con frecuencia, allí nos recibían que daba miedo.
Algunos de estos traslados los tenían que hacer a pie, llevando los instrumentos en un burro, como a Charco del Pino o a La Quinta, en Adeje, a cuyas fiestas alegraron, y prolongaron en más de una ocasión. Lucio hurga en la memoria y apunta uno de estos festejos celebrados en La Quinta, a los cuales en una ocasión fuimos por tres días y estuvimos siete días, cuando terminábamos no nos dejaban ir sino que reunían el dinero paque nos quedáramos otra noche.
Los Olivos, Arico, San Isidro, son otros lugares a los que fueron a prestarle el aliento al baile, a llevar el regocijo que les inundaba, porque cualquier excusa era buena para armar una parranda, un baile, como ese día que venían de animar la inauguración de un taller mecánico, y organizaron un baile en medio de la carretera, al norte de Guaza, y según recuerda Augusto, cuando veníamos pacá que llegamos allí, venía José Antonio en el camión que iba a trabajar, nos hizo bajar, empezamos a tocar allí en medio de la carretera, se bajan aquellas muchachas, empiezan esa gente en aquella carretera, pero chiquito rato.
Estas y otras muchas anécdotas jalonaron algo más de una década de animación bajo el ritmo de este grupo de amigos que formaron Brisas de Arona; desde su traslado en burro a La Quinta a la perdida del bombo de la batería, al caerse de una guagua, y su cambio por el estuche del acordeón. Desde sus gloriosas parrandas de fin de año a los rigurosos ensayos en casa de Lucio o en la de Augusto. Todo el Sur bailó a sus sones, tal como relató Lucio González, que no es como ahora, nosotros tocábamos aquí, y como no dejamos ni parar siquiera, pues ahí brincaban los viejos, los nuevos, todo el mundo se tiraba a bailar, porque había pa todos.

BRITO, Marcos: Arona. Tradiciones festivas. Llanoazur ediciones  

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